Antonio Skármeta escribió en su bellísimo libro Ardiente paciencia, luego llevado al cine con el título de El cartero y Pablo Neruda, que la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita. También la democracia española requiere un poco más de lirismo y bastante menos sordidez, pues la política es capaz de poner en duda incluso a los carteros (pero sobre todo a sus superiores). A Neruda la derecha pinochetista ya lo cuestionó antes, hasta el punto de que los familiares están convencidos de que murió envenenado, pero esa es otra historia aún por cerrarse.
Después del agrio debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, ahora el líder del PP ha insinuado una conspiración en Correos, llegando a pedir a los carteros que “repartan todos los votos pese a sus jefes”. ¿Qué está tratando de decirnos el presidente de los populares? ¿Tiene algún dato que le permita sospechar del proceso del voto por correo que gestiona una de las empresas públicas del país que dirigió el propio Feijóo?
No fue un disparo al aire, pues Cuca Gamarra insistió en el mismo concepto, horas más tarde. Al PSOE fe faltó tiempo para comparar al líder conservador con Donald Trump, que habló de manipulación del voto por correo cuando perdió las elecciones y Sánchez mostró su indignación en Vilna, en lo que llegó a calificar de un intento de socavar la confianza en las instituciones. En estas elecciones las palabras se han convertido en armas arrojadizas para dañar no solo al rival, sino también al propio sistema democrático. Queda lejos el consejo de Neruda a Mario, el cartero de Isla Negra: “Las palabras hay que saborearlas. Uno tiene que dejar que se deshagan en la boca”. Lo cierto es que tan contaminadas están las palabras en estas elecciones que podrían envenenar a quien se las tragara.
Hemos metido en campaña incluso a los carteros. Mario le pregunta al escritor en un momento de inesperada trascendencia, tras descubrir que decir que el cielo llora cuando llueve es una metáfora: “¿Usted cree que el mundo es la metáfora de algo?”. Neruda podría haberle contestado que, a menudo, resulta la alegoría de la ciénaga. - Márius Carol.
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