LA REVOLUCION DE LAS REDES

 


Los hablantes de hebreo lo intuyeron antes que nadie: elegir la palabra Meta para referirse a la dimensión corporativa de Facebook era un mal augurio para la compañía de Mark Zuckerberg, ya que, en esta lengua semítica, meta significa ‘muerta’. Proliferaron los comentarios opor­tunistas, alentados por la fallida apuesta de la empresa por el entorno virtual conocido como metaverso. Se interpretó que la nueva red nacía literalmente muerta.

Y la verdad es que las redes sociales dejarán de existir tal como las conocimos. En la sección de Economía se explican hoy los pasos que están dando la mayoría de las plataformas hacia modelos que incluirán alguna forma de pago. En breve, se desvanecerá del todo aquel sueño de la red gratuita con apariencia de servicio público en la que cualquiera podía dirigirse a una audiencia planetaria. Era previsible. La obsolescencia de Facebook, la gestión errática de Elon Musk en X o la sobredosis de contenido patrocinado de Instagram señalaban ya un camino de no retorno. Muchos usuarios siguen activos en estas redes por inercia, a la espera de lo que tenga que venir. Probablemente, tal como se apunta en el reportaje, en un futuro inmediato se impondrán modelos híbridos entre la gratuidad y el pago, al estilo de los que ya aplican algunas plataformas de entretenimiento. Las empresas, presionadas por los organismos regulatorios y por la justicia –no hay que infravalorar nunca la efectividad que puede tener el trabajo discreto pero tenaz de un juez o de un fiscal, por muy gigante que sea el presunto infractor necesitan generar ingresos ante lo que pueda deparar el futuro.

Los multimillonarios propietarios de estas corporaciones no ­merecen ­ninguna compasión. Si meta evoca en hebreo la idea de muerte, en griego clásico significaba ‘ir más allá de’. Zuckerberg o Musk tienen más o menos claro adónde quieren llegar. Siempre más allá. Más ­desorientados están los profesionales o las empresas que usan las ­redes para distribuir sus productos y que ya están cambiando sus ­estrategias. El escenario de una atomización del sector en plataformas más especializadas, además, puede ­implicar la irrupción de nuevas y más im­permeables burbujas ideológicas. Sería una mala noticia para la democracia. Al menos, para el tipo de democracia que quisimos imaginar. - lavanguardia.com

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