CANTAD, CANTAD, MALDITOS...

Ya hace mucho que se afirma que la Biblia es el mayor libro megaventas de todos los tiempos, con permiso de J.K. Rowling o Dan Brown, aunque se diría que con escasos lectores, a menos que sean los fanáticos cristianos renacidos, cada uno de los cuales interpreta las Sagradas Escrituras a su manera, por muy demencial que sea, como ocurre con el islam o los judíos que todavía esperan inútilmente la llegada del mesías, al igual que aquellos personajes de Beckett que nos invitan a reflexionar sobre la absurdidad de la existencia, eso sí, entre risas, que es de lo que va tanto el llamado teatro del absurdo como las novelas de Kafka tan citadas como poco leídas. Pero ahora lo que escasean son, precisamente, las carcajadas ante el escalofriante fin que nos espera en la esquina. Mientras discutimos sobre el sexo de los ángeles, el beso -o pico- de Rubiales, la generación Z y el delulu, la sequía, la amnistía o el proces, se están cometiendo en Ucrania o Gaza -y mil frentes más- atrocidades dignas del apocalipsis que ya fue el siglo XX, con sus dos guerras mundiales más nuestra guerra civil, exterminios a gogó y atentados contra nuestro planeta que ríete tú de las enigmáticas advertencias de Nostradamus o Juan de Patmos. 
El futuro que nos espera no es nada esperanzador. Por supuesto que sería conveniente evitar otra conflagración mundial, si no fuera porque los principales mandatarios planetarios que tienen en sus manos la posibilidad de hacerlo, de parar la locura, piensan morir disparando. Al fin y al cabo, la destrucción es la antesala de la reconstrucción, que conlleva crecimiento y prosperidad, aunque sólo para los supervivientes, en caso de que hubiera alguno. En este sentido, el relativo éxito de las medidas tomadas contra la covid, sólo han contribuido a dejarnos donde estábamos, es decir, ahogándonos en un miasma de mentiras y desinformación, extenuados, muertes de miedo. Se mire como se mire, el futuro que nos espera no es nada esperanzador.

En un artículo de hace unos años de John Gray, profesor emérito de Pensamiento Europeo en la London School of Economics, que precisamente rezaba sombreado el apocalipsis, explicaba que el ruso es el único idioma en el que hay dos palabras referidas al canibalismo, que son trupoyedstvo, que significa alimentarse de cadáveres, y lyudoyedstvo, que consiste en matar a alguien para comérselo. El profesor Gray explica a continuación que durante el hambre orquestada por Lenin entre 1920 y 1921, en el que murieron al menos cinco millones de personas, en las zonas más afectadas, “comenzaron a aparecer mercados públicos de carne humana en los que las partes del cuerpo de los recién asesinados tenían precios más altos por estar frescas”.

Pero dejamos la última palabra a Samuel Beckett, y en francés, idioma al que se trasladó al irlandés poco respetuoso con los nacionalismos: "Cuando estás de mierda hasta el cuello, todo lo que tienes que hacer es cantar". El apocalipsis ya está aquí. Cantad, Cantad, malditos. 

Con información de la vanguardia.com.

No hay comentarios:

Publicar un comentario