Estaba el caudillo Francisco Franco, escopeta en ristre, en una de sus cacerías por Ciudad Real, a finales de los años cuarenta, cuando, tras mirar a su alrededor, hizo un comentario sobre la falta de pueblos en aquel lugar al lado de la nacional IV. Dado que, en las dictaduras, las cosas funcionan como en un cómic de Mortadelo –y mucho peor– sus acompañantes interpretaron aquella frase banal como una orden de Estado y decidieron construir un pueblo justo en el lugar que había señalado la mano del sátrapa, entre Valdepeñas y Manzanares, la actual pedanía de Consolación, antes Villanueva de Franco. La anécdota, una entre miles, la extraigo de Los pueblos de Franco (Galaxia Gutenberg), riguroso estudio de Antonio Cazorla Sánchez, catedrático de Historia en la Universidad de Trent (Canadá) que desmonta con profusión de datos el mito de las bondades de la colonización agraria en España entre 1939 y 1975.
Cazorla muestra cómo los trescientos pueblos y barriadas construidos por el régimen no solucionaron la miseria y, sobre todo, que se trató de una operación destinada a transferir ingentes cantidades de capital público a los terratenientes, que cedían una pequeña parte de sus tierras –que el Estado les compraba a un precio muy superior al del mercado– a cambio de una revalorización enorme del resto. Muchos de esos pueblos quedaban muy bonitos en las fotos de las revistas de arquitectura –aún hoy– pero carecían de los servicios más básicos. Los colonos eran sometidos a unas condiciones financieras abusivas, debían entregar buena parte de lo que producían y muchos abandonaron aquellos enclaves distópicos –comandados por los mayorales– para marchar a la gran ciudad.
El complejo tema de los colonos en el campo franquista levanta hoy un interés renovado por autores que buscan una perspectiva global, como Cazorla, o como Marta Armingol y Laureano Debat, quienes suman historias humanas en Colonización (La Caja Books). No dudo que un día nos llegará la gran película sobre el tema. Si bien la mayoría de los que sufrieron el franquismo tienen claras las cosas porque las veían, en las generaciones jóvenes pueden ir calando falsedades como que estos nuevos pueblos eran una acción social destinada a paliar la pobreza de los campesinos, una mentira de los creadores de “Franco trajo la Seguridad Social a España” (nunca la comparan con las que ya había en las democracias vecinas). Villanueva de Franco, por cierto, se construyó en un lugar de tierra pobre y pertinaz sequía. Hasta 1959 no fue a vivir gente allí. Y, por supuesto, el agua no llegaba a todas las casas.
La distopía era aquí, Xavi Ayén, en lavanguardia.com.
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