LA GUERRA TIENE LOS OJOS DE UN NIÑO


Para William Gabriel, Willy, la guerra tiene ojos de niño, unos trece años y una altura escasa. “Era más o menos así”, dice, y alarga la mano y la coloca en torno a un metro y treinta del suelo. Hace tres semanas, durante el caos de la invasión del grupo rebelde M23 en la ciudad de Goma, un niño armado con una AK47 entró en su casa y se cebó con Willy y su familia. Mató a su madre ya sus dos hermanas y habría matado a Willy si no se hubiera escondido en un agujero de la calle. Aquel chaval era un guerrillero wazalendo, una milicia desorganizada que lucha junto al ejército congoleño, sin un poco de piedad. “Vino a rematarme, pero no me encontró y me desmayé porque una bala me había dado en el pie y sangraba mucho”.
Hoy, Willy cojeaba por el patio del hospital general de Virunga sin saber muy bien qué hacer. Apoyado en unas muletas de madera, se miraba el pie derecho enyesado, temiendo que los médicos lo dieran de alta. “Durante los combates, las explosiones destruyeron mi casa, ya no tengo familia ni dinero para el transporte si me echan del hospital”. No lo dice al principio, pero también teme: cuando este periodista le ofrece llevarlo a su barrio, a casa de un amigo, confiesa que teme que su niño verdugo siga allí y quiera acabar con él. Prefiere quedarse en el hospital.
La guerra en el este de la República Democrática del Congo es desear que no se te cure una herida de bala y observar cómo la calma anunciada en la ciudad es en realidad que lleguen al centro sanitario dos nuevos heridos de bala cada día. La guerra también es el caos total: este viernes residentes de la ciudad de Lubero, 245 kilómetros al norte de Goma, denunciaron que, ante el avance del M23, soldados del ejército desertores hicieron pillaje en tiendas y casas durante su fuga en desbandada. Un portavoz militar del gobierno señaló incluso en un comunicado que los militares desertores tienen 12 horas para volver a la línea de batalla y pidió a todos los soldados que "eviten los robos y otros actos ilegales". El gobierno de Kinshasa, que pidió ayuda esta semana a Chad tras la retirada de las tropas aliadas de Burundi, da síntomas de desesperación: el ministerio de Finanzas abrió esta semana dos cuentas bancarias para que la población haga donaciones en apoyo a las fuerzas armadas.
Este viernes, solo le llegó un respiro desde Washington: EEUU ha anunciado hoy sanciones a un ministro de Ruanda, James Kabarebe, antiguo jefe militar y pieza central en la colaboración entre el M23 y el gobierno ruandés, ya Lawrence Kanyuka, portavoz del grupo rebelde y de su brazo político, la Alianza por el Río Congo (AF). La peor crisis que vive Congo en más de dos décadas –en el 2012 el M23 invadió Goma sólo durante 11 días pero ahora quieren derrocar al presidente Félix Thisekedi– también vivió escenas de violencia extrema en Uvira, a 120 kilómetros al sur de Bukavu, donde las calles se combatieron. Varias unidades de wazalendo, los patriotas en swahili, se parapetaron en las instalaciones del hospital, donde había pacientes y médicos, para repeler los ataques. Además, el M23 ha abierto esta semana un nuevo frente hacia el sur, cerca de la ciudad de Walungu, un eje que lleva a las minas de oro de Kamituga y reafirma su intención de avanzar hacia la provincia de Katanga, en el sureste, con una de las principales reservas de cobalto del mundo. Si bien el presidente Tshisekedi acusó al expresidente Joseph Kabila, además de Ruanda, de estar detrás de la rebelión, en los pasillos de los mejores hoteles de Goma, llenos estos días de militares rebeldes, espías y servicios de inteligencia, se susurra un nombre que podría jugar un papel clave en el2. Aunque Katumbi permanece en un plano discreto desde la invasión de Goma y Bukavu, un portavoz de su partido ha declarado esta semana que son favorables a una negociación de paz que incluya a todas las partes, incluido el M23, extremo que rechaza el ejecutivo congoleño.
Más allá de la infructuosidad por ahora de las tablas de paz, el conflicto se asoma al precipicio del odio tribal. Por toda la región se multiplican los asesinatos de carácter étnico ya menudo los controles de carretera improvisados ​​sirven para realizar un triaje selectivo y asesinar o agredir a los tutsis, o los que simplemente tienen rasgos afilados y nariz estrecha, a los que se acusa de ser ruandeses o de apoyar al M23, de apoyar al M23. Nadie se salva del horror: en la zona controlada por el M23 también se han producido ejecuciones sumarias contra desplazados sospechosos de ser combatientes wazalendo. La serpiente de la guerra crece y asusta: este viernes al mediodía, los médicos colocaron a un nuevo paciente en la cama de Willy, para invitarle a abandonar. Willy ya tiene el alta, pero él se sentó en un banco sin intención de irse a ninguna parte. En refugio de la guerra, ahí fuera, al menos un día más. 
Xavier Aldekoa, en la vanguardia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario