Atroz turismo de guerra. La Fiscalía de Milán investiga cómo individuos adinerados pagaban  por hacer de francotiradores en la ciudad sitiada de los años noventa.Francesco Olivo - Roma. Corresponsal de la vanguardia.

Durante años, cientos de occidentales adinerados pagaron verdaderas fortunas para viajar a las afueras de Sarajevo y disparar contra seres humanos, participando en las masacres de civiles durante la guerra de Bosnia. Las milicias serbobosnias de Radovan Karadzic —luego condenado por genocidio y crímenes contra la humanidad— los escoltaban hasta las colinas que rodean Sarajevo, donde comenzaba un macabro safari. Después regresaban a sus cómodas vidas. Nadie los ha investigado ni procesado, y, al menos de forma pública, ni siquiera han sido identificados. Pero eso podría cambiar pronto.

El caso está en el centro de una investigación abierta por la Fiscalía de Milán, la primera de este tipo en Europa. La denuncia fue presentada el pasado febrero por Ezio Gavezzani, un periodista que, mientras preparaba material para un libro, descubrió una realidad espeluznante, con algunos nombres que por ahora no pueden divulgarse, pero sobre los que ya trabajan los magistrados italianos. 

“Había alemanes, franceses, canadienses, rusos, estadounidenses y españoles”, explica Ezio Gavezzani, el periodista que lo ha denunciado.

La investigación está dirigida por el fiscal Alessandro Gobbis, con la acusación de masacre agravada por crueldad y motivos abyectos, y por el momento es contra desconocidos. Por razones de competencia, la instrucción se lleva a cabo en la Fiscalía de Milán, centrada en los llamados “francotiradores” italianos. “Pero venían de toda Europa —explica Gavezzani a La Vanguardia—. Había muchos alemanes, franceses, canadienses, rusos, estadounidenses y también españoles”.

Según la exalcaldesa de Sarajevo, Benjamina Karic, existía incluso una especie de macabro tarifario: disparar a un niño costaba más caro. El periodista está entregando abundante material a la fiscalía: “A medida que encuentro datos, los envío. Hoy mismo he mandado más”. Lo que Gavezzani aún no ha logrado es hablar con los protagonistas de aquellos viajes: “Cada vez que me acerco, incluso a través de personas de su entorno, se cierra todo en bloque. Cuando sean los carabineros los que llamen a la puerta, quizás sea distinto”.

Gavezzani elaboró el perfil de quienes partían hacia Bosnia: “Yo pensaba que quien mata siempre tiene una motivación fuerte detrás, pero me equivocaba. Iban de safari, como lo llamaban ellos. No había ninguna adhesión ni a las víctimas ni a los verdugos: solo el placer de disparar. El turismo de guerra siempre ha existido, pero allí alcanzó un nivel casi sistemático. He definido este fenómeno como el paso de la banalidad del mal de Hannah Arendt a la indiferencia del mal. Miran el mundo a través del visor: quien pasa por delante, recibe un tiro, como si fuera una pieza de caza”.

“Eran abogados, empresarios... Es un error etiquetarlos políticamente”, dice Gavezzani

En algunos medios italianos se ha hablado de simpatizantes de extrema derecha, pero Gavezzani lo desmiente: “No eran mercenarios ni fanáticos. Eran abogados, empresarios, contables. Toda gente con licencia de armas, que frecuentaba los polígonos de tiro y que podía permitirse pagar el equivalente a cientos de miles de euros por un solo viaje. Es un error etiquetarlos políticamente”.

La clave para descubrir las listas de supuestos participantes en aquellos “safaris” podría estar en el intercambio de documentos entre los servicios de inteligencia de la época. La fuente que originó la investigación italiana, según se lee en la denuncia, es un exmiembro de los servicios secretos bosnios que avisó a sus colegas italianos presentes en la zona; en concreto, se habla de un hombre de Turín, uno de Milán y otro de Trieste.

En el texto, citado por la agencia Ansa, se lee: “Uno de los francotiradores italianos identificados en las colinas sobre Sarajevo en 1993, objeto de la señal enviada al Sismi (los servicios secretos militares italianos), era de Milán y propietario de una clínica privada especializada en cirugía estética”. De acuerdo con ese mismo informante, “los servicios bosnios supieron del safari a finales de 1993 (...). Informamos al Sismi a comienzos de 1994 y nos respondieron dos o tres meses después: hemos descubierto que el safari parte de Trieste. Lo interrumpimos en la primera mitad de 1994”

El periodista se refiere al documental Sarajevo Safari (2022), producido por Al Yazira, y precisa que “el director Miran Zupanic nos facilitó las contraseñas para acceder al archivo del filme, con abundante material que puedo poner a disposición de la fiscalía si lo solicita”. En el documental aparece también un testigo anónimo. Y añade: “Algunas fuentes hablan de estadounidenses, canadienses y rusos, pero también de italianos dispuestos a pagar para jugar a la guerra”.

Quién sabe si el trabajo de la Fiscalía de Milán será solo el primero.