Seguro que usted ha escuchado más de una vez eso de que la monarquía española figura entre las jefaturas de estado más baratas del mundo. Desde que la Casa Real anunció en 2011 que haría públicos sus gastos, se ha repetido incansablemente eso de que la Monarquía española está entre las jefaturas de estado más baratas del mundo, incluyendo a la mayoría de las repúblicas europeas. Para sostener el argumento, se presentan casi siempre los mismos datos. En 2014 se compararon los 7,8 millones de euros asignados en los Presupuestos Generales del Estado a la Casa Real con cifras oficiales de la Corona británica (43 millones de euros), la holandesa (alrededor de 40); o con las presidencias de la república italiana (228), francesa (113), alemana (20) o portuguesa (16).
Ocurre que la comparativa tiene trampa, ya que cada país distribuye los gastos de manera distinta en sus presupuestos. Cojamos por ejemplo el caso italiano, en teoría el más abultado de todos. El gasto total que se atribuye al Quirinale, muy criticado en Italia y salpicado con capítulos memorables de surrealismo“tricolore”, asume sin embargo cientos de partidas que no se recogen en los papeles transparentados por la Corona española.
Los 228 millones reflejados en las cuentas italianas tienen en cuenta el mantenimiento del patrimonio (edificios, muebles…), los sueldos de todo el funcionariado presidencial, su costosísimo dispositivo de seguridad y los cuerpos ornamentales, además de viajes y vehículos oficiales, la iluminación del palacio… Una interminable lista de facturas que en menor o mayor medida también asumen el resto de países. La diferencia es que en algunos casos, como el español, esos pagos se reparten entre ministerios, instituciones y organismos oficiales.
Lo anterior, sumado al diferente grado de transparencia que hay entre unos países y otros, convierte en misión imposible elaborar una comparativa definitiva. A cambio, podemos intentar responder a tres preguntas.

¿Cuánto cuesta (de verdad) la Monarquía?

Es imposible responder con una cifra aproximada, dado que sólo se hace pública una mínima parte del gasto: los millones de euros que la Casa Real maneja de manera autónoma. A esto habría que añadir las partidas asumidas por los ministerios de Presidencia, Defensa, Exteriores, Interior y Hacienda. Por ejemplo, el mantenimiento de la Zarzuela y del Palacio Real lo paga Presidencia, incluida una factura millonaria de luz y los salarios de más de 130 trabajadores. Muchos desembolsos se pueden justificar como necesarios para conservar el patrimonio nacional. Otros no tanto, como por ejemplo la lujosísima cinta de correr que se instaló en el gimnasio real en 2008 y que nos costó unos 14.000 euros.
Tampoco se sabe cuánto cuesta la Guardia Real, integrada por unos 1500 militares y que costea Defensa. Mientras tanto, el ministerio de Hacienda sostiene la flota de coches oficiales, con sus respectivos chóferes. Y Exteriores corre con la factura de los viajes oficiales. Son sólo ejemplos. Pero hay muchos otros gastos relacionados con la Corona que quedan “camuflados”: desde caballos pura sangre hasta cenas de gala, pasando por servicios de jardinería. Si equiparamos con los desembolsos declarados en otros países, y de acuerdo a diversas estimaciones realizadas en los últimos años, la Monarquía podría estar costando entre ocho y doce veces más de la partida “transparentada” en los Presupuestos Generales del Estado.

¿Son más transparentes otras monarquías?

Sí, por ejemplo la británica o la danesa. Tanto los gastos de Isabel II como los de su heredero están disponibles online con todo lujo de detalles. Desde los años 90, la Reina está obligada a publicar un informe anual con el balance de ingresos y gastos. Tras diversas reformas, recibe un 15% de los beneficios anuales del llamado Crown Estate, que engloba las propiedades públicas de la Corona. Este dinero engrosa la llamada subvención del Soberano, por el cual la reina obtendrá 45 millones de euros en 2014. Son dineros que tienen que ser después justificados pormenorizadamente ante organismos auditores e inspecciones del cuerpo legislativo.
Aunque los datos a disposición del público británico cubren un espectro mucho más amplio que los de la Casa Real española, también se dejan fuera del presupuesto real ciertas partidas, incluida buena parte del dispositivo de seguridad y las ceremonias militares. La nómina del heredero, el Príncipe Carlos, corre aparte y se financia fundamentalmente con el ducado de Cournualles. La Monarquía británica, por cierto, ocupa la jefatura de estado de 16 países, incluidos Canadá, Australia, Nueva Zelanda o Jamaica, a los que la institución sale “gratis”.

ARTÍCULO DE EL CONFIDENCIAL.COM