El cuento del soldadito de plomo es de lo más tristes de los cuentos que me tocaron escuchar de pequeño, aquel pobre soldadito en su barquito de papel río abajo, impávido, sin poder hacer nada para salvarse ni salvar a nadie.

Barcelona acentúa la protección de sus iconos y grandes eventos ante la amenaza yihadista. Un grupo de agentes de los Mossos custodia los entornos de la Sagrada Familia con armas largas y cara severa. No se trata de algo excepcional, es un operativo habitual. En diferentes momentos del día, aparecen por la zona diariamente. Incluso forman parte del paisaje urbano del templo: "Tanto si quieres como si no, te acabas adaptando, todo el mundo está así", comenta Juan Chiva mientras pasea con su esposa Lidia Codina. "Ya me gustaría que no existieran, pero si es necesario nos tendremos que ir acostumbrando", dice ella, a pesar de haberse quedado "impactada" al encontrarlos cuando giraba la esquina.

Souvenirs, turistas y armas largas. Miguel Ángel Rodríguez regenta un pequeño bar frente al monumento y celebra la presencia de los agentes. "Deben llevar armas poderosas para imponer, así infunden más respeto". "Todo lo que sea seguridad, bienvenido sea", añade.

La plaza de Sant Jaume siempre está controlada por agentes que vigilan las entradas tanto del Palau de la Generalitat como del Ayuntamiento de Barcelona. Hoy, además, se encuentran acompañados por policías con armas largas y el dedo en el gatillo. Un grupo de estudiantes precisamente comenta su presencia al verlos. Adriano Ovejero, de Madrid, asegura que no le han llamado la atención, ya que está "acostumbrado a que haya falsas alarmas de bombas en papeleras o en las estaciones de Cercanías". Una 'cotidiana' contraria a la de su compañera sevillana Marta Ortega, a quien sí le hace "un poco de cosa" tenerlos cerca, aunque acepta que su presencia "está dirigida a disuadir".

"No creo que deban resolver ningún problema para llevar un arma más o menos potente", dice un ciudadano "- Cada persona responde de una forma diferente en una sociedad que en el pasado solía ver con sobresalto los agentes fuertemente armados. Uno de ellos es Arsenio Marcos, que ha venido desde Euskadi a pasar unos días de vacaciones en Barcelona y al que no le crea "ninguna sensación de seguridad" contar con su compañía. "no creo que deban resolver ningún problema para llevar un arma más o menos potente", opina. Aún así, dice ir a ellos " acostumbrando ", sobre todo después de su experiencia en Roma:" la situación era bastante peor allí, incluso con vehículos militares por la calle ". al otro lado de la plaza, Emilio Garrido, vecino de la zona, se lo toma con resignación: "Qué remedio ... No me gusta, pero es lo que hay; el enemigo armado ".
Como el soldadito de plomo, estos soldaditos tan armados que se supone nos deben proteger, no sirven para nada, no pueden protegernos ni protegerse de nada, al contrario, molestan y casi ofenden con su presencia, y a la más mínima aún nos acabarán perjudicando. Pero estos no me dan pena ni lástima como el soldadito del cuento, estos me dejan casi indiferente, aparte de que su inútil presencia molesta y entorpece los normales movimientos del día a día de los ciudadanos y de los foráneos.

Ante el escepticismo de la ciudadanía, siguen las autoridades sin entender que contra este fanático enemigo, silencioso, anónimo, inindentificable no hay medidas preventivas policiales que valgan. Cuando, como y donde quieran, impunemente atacarán y matarán a inocentes y nuestros inútiles soldaditos de plomo, no lo podrán impedir.