"Han Fei Zi escribió 280 años antes de Cristo su obra El arte de la Política, donde resalta el papel de tres grandes instrumentos básicos en la gestión del poder: la autoridad, el método y el manejo de los hombres, y la Ley. Son muchos los filósofos tradicionales que al tratar de la política la relacionan con algo creativo, distinto al propuesto, obviamente cuando lo propuesto deja de ser satisfactorio para el gobernante o para el ciudadano según de donde venga la vindicación, un momento que no hace falta describir, que todos detectamos como agotado, antiguo, sin respuesta a los excesos que se producen, sin control sobre los poderosos, donde la democracia se resuelve con la simplificación más grosera que son los partidos políticos, normalmente en la mayoría de los países, como España, con solo dos partidos políticos: la situación, por tanto, requiere esta creatividad, vivimos huérfanos de un “Picasso político” o de un Sartre, o de un Galileo, o de un Karl Marx, de alguien que rompa el molde.
Quizás la mejor estrategia de los llamados poderes ocultos ha sido enfangar la política de uso diario, nada creativa y menos artística, consiguiendo de los ciudadanos el hartazgo de las instituciones y eliminando un instrumento que al darlo por inútil deja de ser, consecuentemente útil. Si te abocas a la Prensa, por lo general escuchas lo previsible: el gobierno culpa a la crisis del anterior gobierno, la oposición dice que el gobierno lo hace mal, los sindicatos convocan huelga general porque toca, y todos damos por sentado, que nada va a cambiar y que el capitalismo devorará sin pudor lo que tenga que devorar hasta que otra ola vuelva a llevar la falsa prosperidad de la selva. Los gobernantes, y en general los políticos, están devaluados, algunos fueron jóvenes que ni siquiera terminaron sus carreras y fueron de enchufe a enchufe en lugares de “libre designación” hasta alcanzar con mucho esfuerzo la más alta cota de ignorancia y la mínima de rebelión e indignación. Nadie realmente preparado se mete actualmente en política, no compensa ni económicamente ni profesionalmente. Por eso, los de fuera no se acercan al circo por miedo a desprestigiarse y los sufridos militantes de dentro se limitan a debatir cuándo dejarán de pagar una cuota que no les vale ni siquiera para elegir a sus representantes dentro del partido.
Para Han Fei era axiomático lo que las instituciones políticas debían cambiar al variar las circunstancias históricas y que debían adaptarse al patrón imperante del comportamiento humano. Quizás hoy Han Fei Zi no sería obligado a beber el veneno que le llevó a la muerte, moriría de pena al ver lo que hoy es “el arte de la Política”. Descansen en paz, Han Fei i la Política.
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