Escuchando la arenga de Pedro Sánchez a sus diputados en el Congreso, no pude dejar de pensar en el discurso que William Shakespeare imaginó en su obra Enrique V, y que tenía como protagonista al rey inglés en la batalla de Azincourt durante la guerra de los Cien Años. Fue una lucha desigual, porque el ejército francés quintuplicaba en número a las fuerzas inglesas, pero de forma sorprendente se impusieron las tropas de Enrique V, lo que fue un hito que marcaría la guerra. Revestido de épica, Sánchez clamó: “Tenemos que dar la batalla” con el único objetivo de “parar esta corriente reaccionaria”. Y hacerlo “por nuestros hijos e hijas”. El candidato socialista, que había sorprendido el lunes con el adelanto electoral, ayer ya estaba enfundado en el mono de campaña con una estrategia de una gran agresividad contra el PP y Vox, a los que comparó con Trump y Bolsonaro.
A la misma hora que Sánchez intervenía en Madrid, Alberto Núñez Feijóo lo hacía en Barcelona en las jornadas del Cercle d’Economia. Su estilo fue diametralmente distinto y huyó de grandilocuencias. No arriesgó con declaraciones que pudieran ser malinterpretadas en Madrid, como sucedió hace un año, y concedió algunas frases bien recibidas por el auditorio sobre el exceso de impuestos que pagan los catalanes y el error de sus predecesores en el PP por enfocar la cuestión de Catalunya como un problema “crónico” que no tenía solución.
Estos dos discursos son fruto del estado de ánimo de los dos dirigentes políticos. Feijóo se siente ganador después de los últimos resultados del pasado domingo y saborea sus momentos más dulces al frente del PP, donde ya no será cuestionado hasta las elecciones. En cambio, Sánchez ha sufrido un revés muy importante, ha escuchado y leído toda clase de interpretaciones que presagian su derrota en estas elecciones y va a vender cara su piel. No tengo ninguna duda de que Sánchez está convencido de que ganará, pero no así sus votantes, que anímicamente se ven derrotados. Por eso, Sánchez emula a Enrique V, igual que lo imaginó Shakespeare en el famoso día de San Crispín para animar a sus tropas. Dispuesto a todo, concluyó: “La tormenta va a ser tremenda”. - lavanguardia.
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