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LA HUELGA DE ALQUILERES DEL VERANO DE 1931

El còmic 'Rebel·lió' recoge en las viñetas la huelga de inquilinos de agosto de 1931, que se cerró seis meses después con una rebaja en las rentas - Sandra Vicente en el diario.es. La imàgen de portada es de BTV


Josefa y Antonio forman un joven matrimonio que observa por la borda de un barco mercante el futuro que les aguarda. Viajan con su hijo Ximo. Todavía no tienen claro si su decisión de migrar ha sido acertada cuando empiezan a otear la costa de Barcelona. Es 1926 y llegan atraídos, como otros miles, por la prosperidad y la promesa de trabajo ligada a la Exposición Universal de 1929.

Pero en menos de dos años poco quedará de los sueños que les llevaron a esa ciudad. La crisis económica y la desestabilización a raíz de la proclamación de la República dieron paso a hambrunas, desahucios y revueltas sociales. Muchas personas no tuvieron opción y, lideradas por el sindicato CNT, se declararon en huelga. Pero no en sus fábricas, sino en sus hogares. En agosto de 1931, 90.000 familias barcelonesas como la de Josefa y Antonio dejaron de pagar sus alquileres.

Ellos son los protagonistas del cómic 'Rebel·lió', editado por el Ayuntamiento de Barcelona (2023) en el marco de una colección de novela gráfica que rescata la historia de la ciudad en el siglo XX. Es la ilustradora palmesana Anapurna (Ana Sainz Quesada) quien presenta con su trazo a la familia. Y es el guionista barcelonés Francisco Sánchez quien les da voz.

La huelga de alquileres es un episodio importante en la historia de Barcelona, pero muy desconocido por sus gentes. Hay poca literatura sobre el tema, a excepción del libro de Manel Aisa, 'La huelga de los alquileres y el comité de defensa económica' (Lokal, 2014), que fue el que inspiró a Francisco Sánchez a la hora de crear el hilo narrativo para su cómic. “Nunca había escuchado hablar de este episodio”, confiesa, en conversación con elDiario.es.

Cuando empezó a leer sobre la huelga de alquileres, se dio cuenta de que la sociedad barcelonesa actual debía conocer aquel verano de 1931 en que sus antepasados dijeron basta y se plantaron ante sus caseros.

En la década de 1930, la capital catalana pasó de tener 600.000 habitantes a más de un millón y, pronto, tanto los peones recién llegados como patrones se dieron cuenta de que no había trabajo para todos. Ni vivienda. En un contexto en que la crisis económica estadounidense de 1929 estaba ya llegando a Europa, muchos no podían pagar sus rentas, que estaban alcanzando precios desproporcionados en comparación a los sueldos. Igual que sucede hoy, que las rentas han aumentado 17 veces más que los salarios.

“La situación es la misma, pero hoy es muy difícil una revolución. No sabemos cómo se llama nuestro vecino mientras que, entonces, el barrio era familia”, expone Sánchez. En el libro, de hecho, muestra cómo una conocida enseña a leer y escribir a la familia, cómo el tendero fía a Antonio en diversas ocasiones o cómo Josefa pone el cuerpo ante la policía para defender a sus vecinos de un desahucio. “Fue la unión la que hizo que la huelga tuviera éxito”, asegura.

Muchos de los obreros que llegaron a Barcelona para construir el metro o las instalaciones de la Exposición se alojaron en barracas que ellos mismos construyeron en las afueras de la ciudad. Pero en 1930 fueron realojados por la administración a las llamadas 'casas baratas', para que esas viviendas precarias no ensombrecieran la imagen de modernidad que Barcelona quería dar ante el mundo entero.
Aquellas casas eran baratas, pero no gratis y cuando la precariedad y el hambre se fueron acrecentando, los obreros se plantaron. El 5 de julio de 1931, de la mano del comité de defensa económica de la CNT, se declararon en huelga de alquileres. Pronto se unieron otros trabajadores que, como Antonio, perdieron el trabajo debido al cierre masivo de fábricas. Las pocas monedas que Josefa traía a casa como costurera no daban para pagar el alquiler. Ni siquiera poner a trabajar al pequeño Ximo consiguió que llegaran a final de mes.
Los desahucios se multiplicaban en la ciudad y cada vez era más frecuente ver muebles estrellados contra el suelo. “Esa es una de las imágenes que más me impactaron”, explica el guionista. En los desahucios, la policía sacaba las pertenencias a la calle. Pero, como los vecinos no tardaban en retornarlas al hogar, empezaron a lanzarlas por el balcón, para que fueran irrecuperables.
Quien ejecutaba las expulsiones no era otra que la Guardia de Asalto republicana. La represión del Estado ante las movilizaciones y las huelgas fue muy destacado. Miles de sindicalistas fueron detenidos y apaleados por el Gobierno, que llegó a tener que usar barcos a modo de cárceles, ya que los calabozos estaban llenos. Todo ello, mientras los desahucios se cuadruplicaban en algunos barrios de la ciudad.
“La represión de la República fue de lo que más me sorprendió. Tendemos a romantizarla, aunque en realidad cambió el color de la bandera, pero las políticas neoliberales se quedaron”, explica Sánchez.

Una huelga exitosa - En agosto de 1931 había 90.000 inquilinos en huelga. Entre ellos, Josefa y Antonio, que se negaron a pagar después de tres meses pasando dificultades. El libro recoge la historia de este matrimonio y de toda una ciudad que se alzó para poner freno a una especulación que les estaba ahogando y matando de hambre.
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2 comentarios:

  1. Qué interesante este artículo. No conocía el tema y aporta sus reflexiones. Por ejemplo: “La situación es la misma, pero hoy es muy difícil una revolución. No sabemos cómo se llama nuestro vecino mientras que, entonces, el barrio era familia”. He ahí cómo han cambiado las relaciones colectivas, yo aún llegué a conocer la relación entre vecinos y barrio. Algunos nacen hoy conociendo prácticamente solo las virtuales. O sobre el papel de la CNT, que fue de urdimbre social y no solo de algarada como muchos la pintan. O cómo los rentistas han sido un holding histórico en España, y en mi propia ciudad aún me sorprendo de los capitalistas acumuladores de viviendas para alquiler.Tampoco me sorprende lo de la fuerza pública, al fin y al cabo ¿no era la Guardia de Asalto un arma del estado? La República fue lo que fue y nadie pretenda proyectar ilusiones más allá del marco político. Recuérdes otros caso: lo de Casas Viejas o la represión de la Revolución de Asturias del 34. Pero en fin son aspectos para desarrollar, porque aquellos años fueron muy convulsoas desde la víspera, y es sabido que la derecha aceptó la República para no quedar fuera del margen político pero conspiró desde el primer momento y sobre todo cuando la deriva no le satisfacía. Tiene que ser un bonito cómic, lástima que por aquí no llegue. Gracias, Francesc.

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  2. Eso de no conocerse los vecinos es de hace poco. En la escalera donde yo vivo hay diez viviendas, durante muchos años vivieron siempre las mismas personas y todos nos conocíamos, pero desde hace unos años ya solo quedamos dos vecinos antiguos, el resto son nuevos y la mayoría extranjeros. Encima al ser pisos de alquiler cambian de personal muy a menudo, de manera que ya no conoces a nadie de tu escalera.

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