EL SECUESTRO DE LA POLÍTICA


Lluís Calvo (Zaragoza, 1963) acaba de publicar el ensayo El secuestro de la política (Anagrama), un texto breve y crítico –pero al mismo tiempo esperanzado y constructivo– sobre cómo la democracia se degrada en todas partes de occidente y por qué. Calvo critica duramente a los partidos políticos sistémicos por sus tendencias oligárquicas y el abandono de la gente, y reivindica que es necesario volver a afirmar la democracia de verdad, la del día a día, con organización social constante. Si no, avisa, “vamos hacia la tiranía, hacia la jerarquización, hacia el transhumanismo, hacia la creciente burocracia y el militarismo”. El 7 de mayo presentará el libro en la librería la Impossible, en Barcelona, con la filósofa Marina Garcés y la escritora Míriam Cano.

—“El secuestro que los partidos han hecho de la política y de las acciones vinculadas a la dimensión pública constituye uno de los escándalos de los tiempos recientes.” ¿Por qué?

—Porque la política no comienza ni termina en los partidos políticos. Los partidos son órganos de expresión de la voluntad que emana del pueblo: éste es el principio democrático más básico. En las últimas décadas, y la cosa viene de lejos, los partidos han ido cogiendo una estructura, una organización, unas jerarquías, que han hecho que se apropiaran de la política que nos pertenece como ciudadanos y la secuestraran. Según este principio, parecería que existen dos tipos de política. Una incontrolable: la política de la plebe, que tiene uno de los apogeos en la Revolución Francesa. Y una legítima: la de los partidos políticos y las instituciones, organizados en la democracia representativa. Durante las revueltas contra la reforma de la jubilación, Macron dijo que las manifestaciones carecían de la legitimidad que adquiría el pueblo por medio de las elecciones. Según él, la expresión soberana correcta es cuando el pueblo canaliza su voluntad de forma exclusiva por medio de los partidos políticos y de la democracia representativa. El resto, caos. Es un discurso recurrente. La tesis del libro es que es necesario volver a organizarnos como seres políticos que somos. Cada uno de nosotros somos políticos. Lo que no somos es políticos profesionales.

—¿Qué mecanismos tienen los partidos que les dan esa tendencia a secuestrar la política?

—Hay una serie de rasgos: la organización, la burocracia, la jerarquía. Pero hay uno muy distintivo: el principio de adhesión. Un partido tiene unos postulados y quienes están afiliados a ellos, especialmente quienes tienen una visibilidad pública más relevante, no pueden salir de este guión. Los partidos están sometidos a una serie de presiones, de intereses, y, por tanto, la única voz que se vehicula está muy filtrada por todos estos intereses. Entonces la política pierde espontaneidad y no es creíble. Como ciudadanos lo percibimos: detrás de todo esto, sólo vemos un teatro. Esto nos cabrea muchísimo, porque atenta contra nuestra inteligencia. Hay algo muy bonito que decía Simone Weil en un escrito de 1943, que de hecho no se publicó hasta 1950 en la revista Table Ronde, con el título de “Notas sobre la supresión general de los partidos políticos”. Dice que los partidos contraponen la libertad individual a la disciplina general. Así, la verdad y la justicia están subordinadas a estos intereses, a partir de los cuales se elaboran discursos de conveniencia.

—¿Existe algún margen para reformar esto con primarias auténticas o listas abiertas?

—Hay muchísimas vías. La vía en la que creo más es la organización ciudadana. Prescindir de hoy para mañana de los partidos políticos, en estos momentos, en nuestro grado de conciencia ciudadana y de evolución como humanos, no es posible. vilaweb.cat

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