Demasiado tarde para despertar és el último libro de Žižek en el que reflexiona sobre los retos del presente: de la guerra de Ucrania al ascenso de los populismos. Žižek, analiza los retos del presente con su agudeza, contundencia y dosis de provocación e ingenio habituales: la guerra de Ucrania y la manipulación del lenguaje; Putin, el leninismo y los sueños de la Rusia imperial; los pacifistas melifluos e ingenuos (y en algunos casos muy cínicos); el ascenso de los populismos; la situación de Palestina y los dobles raseros; el calentamiento global; la cultura woke y sus derivas; el caso Assange…
Filosofía de urgencia para pensar no el futuro y sus utopías, sino el presente y sus desgarros. Reflexiones iluminadoras y nada acomodaticias para desentrañar las trampas del mundo en que vivimos. Una invitación a repensar nuestra realidad. De eso va este artículo, del peligro de creerse las propias mentiras...
"Hace ya 13 años, en 2011, eran legión los que sostenían que lo que entonces llamábamos nuevas tecnologías fortalecerían la democracia. Era una época de optimismo: la mayoría pensaba que gracias a las nuevas formas de movilización política, el poder de los ciudadanos sería imparable; el autoritarismo tenía los días contados; la censura era inútil; todo se acabaría sabiendo en todas partes. Fue la época de la primavera árabe, del 15-M. Sin embargo, pronto se empezó a ver que las nuevas formas de movilización debilitaban a los partidos tradicionales sin sustituirlos por estructuras más eficaces y que los grupos con ideas más reaccionarias sacaban partido de las nuevas plataformas para difundir bulos y promover la indignación y el extremismo. Las redes ofrecían la posibilidad de acceder a una tercera parte del planeta. Era ilusorio pensar que los regímenes autoritarios y las fuerzas antidemocráticas no se aprovecharían de ello.
En estos momentos, el péndulo se halla en el extremo más pesimista. Ahora todo el mundo reniega de las redes; todo el mundo considera que la confluencia de suposiciones, calumnias, trolas, chismorreos, hechos sin contrastar y hechos indisputables que corre por las pantallas, sin ninguna jerarquía ni control de veracidad, es una base muy resbaladiza para el debate serio. La frontera entre el rumor y la noticia se ha desdibujado. La tecnología no distingue entre los rumores, los embustes y los hechos confirmados, ni frena los contenidos racistas o sexistas, que pueden llegar en cuestión de segundos a millones de móviles y de ordenadores. La nueva política ha sido fagocitada por la vieja, y lo único que ha aumentado és el auge de la extrema derecha, que precisamente ha sabido adaptarse mejor a las nuevas tecnologías de la difamación y del odio.
Informar bien es muy difícil. Hay que verificar los hechos, sopesar bien cómo se presentan, medir lo que se dice. Es necesario reflejar todos los matices, escuchar a todas las partes. La verdad raramente es pura o simple. Los bulos, sí. Por eso circulan con mayor velocidad y por eso la desinformación suele ser mejor negocio que la información. Hoy hay medios digitales que son maestros en el arte de difundir noticias no verificadas y de intoxicar el debate público. Pero a veces da la impresión de que estos digitales, en realidad, a quienes engañan es los suyos y que raramente convencen a nadie que no esté previamente convencido.
Estos medios hacen un flaco favor a los que quieren servir. Los bulos que ponen en circulación no solo se los tragan ciudadanos de a pie, sino también algunos de los políticos que esperan contar con sus votos. Y estos políticos, a base de tragarse informaciones como estas, adquieren una idea distorsionada de la realidad que les priva de la capacidad de conectar con muchos ciudadanos, sobre todo con los que suelen decidir las elecciones, los menos politizados y los indecisos. El riesgo de las tácticas basadas en la mentira es confundir a los amigos sin conseguir engañar a los enemigos. En política, como en la vida privada, las mentiras más perniciosas son las que uno se cuenta a sí mismo. Sobre todo si se las cree".
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