John A.Powell, el experto en justicia social y racial del Othering and Belonging Institute de la Universidad de Berkeley (California) considera muy peligrosa la nueva era de Trump y el auge de los autoritarismos en el mundo.
El segundo mandato de Donald Trump amenaza los derechos humanos, pero incluso los momentos más oscuros “son una oportunidad para luchar por una sociedad donde cada uno pertenezca, importe”. Así lo interpreta john a. powell (Detroit, 1947), experto en justicia social y racial y director del Othering and Belonging Institute de la Universidad de Berkeley, California – empezó a escribir su nombre en minúsculas tras descubrir que su origen era de un esclavista. Su obra, un referente del Black Lives Matter, analiza el concepto de alteridad (othering) como el proceso de crear una división entre nosotros y los otros.
“Consiste en no tratar a alguien con la humanidad y la dignidad necesarias, en no tratarlo como a un igual. Lo puedes ignorar o ver como una amenaza, e intentar contenerlo, expulsarlo de tu país o, en un caso extremo, matarlo", explicó a La Vanguardia desde Barcelona, donde participó en las jornadas de The Nonviolence Factory, del Institut Novact.
¿Diría usted que Trump emplea narrativas de alteridad?
No solo eso. Trump ha utilizado al otro como arma. Ha llevado el asunto a otro nivel. Trump impuso el veto a los musulmanes y empleó todo el poder del Estado para decir: ‘No perteneces, eres el otro’. Y ahora dice que va a deportar a 11 millones de personas. Ese es un proceso extremo de otredad en el que el Estado perseguirá a las personas.
¿Cuál es la estrategia detrás del uso de la retórica racista por parte de Trump?
La mayoría de las veces, cuando nos involucramos en la alteridad, lo hacemos porque queremos pertenecer. Durante los debates presidenciales, cuando le preguntaban a Trump qué va a hacer para solucionar la falta de cuidado infantil para las madres, la respuesta era: la culpa es de los inmigrantes. Si la gente no puede comprar una casa en EE.UU. porque la vivienda es demasiada cara, eran los inmigrantes. Todos los problemas eran culpa de los inmigrantes. No importa que no sea verdad. Está avivando el miedo. Lo que se vende a la gente es que si quieren pertenecer deben deshacerse de los tipos ilegales, como José Padilla, por decir un nombre. Trump no se interesa en conocer al tal Padilla, cómo es su familia, en qué trabaja… No, les dice, ‘es diferente a nosotros, nos está haciendo daño’.
¿Cree que los derechos humanos y la igualdad estarán más amenazados durante el segundo mandato de Trump?
Sí. Pero también es el momento de ir más allá. En los años 50 y 60, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos experimentó una verdadera aceleración. Para muchos estadounidenses, ese es uno de los momentos de mayor orgullo. ¿Qué más estaba sucediendo entonces en el país?
¿El Macartismo?
Joseph McCarthy, un hombre muy poderoso, trató de reducir los derechos humanos. Ordenó arrestos, el FBI seguía a la gente, algunas personas fueron asesinadas. Llamaba antiamericanos a quienes habían nacido en Estados Unidos pero no pensaban como él consideraba que debían pensar… Hoy tenemos muchos más recursos que entonces. Hemos aprendido del legado de Rosa Parks y el Dr. King. Tenemos que resistir cualquier esfuerzo de recortar derechos y, va a ser difícil, no siempre ganaremos. Pero debemos movernos hacia un mundo donde cada persona importe. Y puede ser que el origen de ello no sea Estados Unidos. Que sea otro país, ¿España quizá? Pero tiene que llegar.
A Trump le apoyan figuras como Elon Musk, David Duke y gente como los Proud Boys. ¿Diría que son “emprendedores del conflicto”, según el término que usted emplea?
Sí. Se alimentan del conflicto. Les gusta avivarlo y se benefician de él. A veces incluso castigan a las personas que intentan tender puentes. Porque si pueden mantener el conflicto agudizado, pueden ganar dinero con él. Trump ha sido muy hábil en eso. Es una manipulación estratégica. Y la mayoría de las personas no se da cuenta que es manipulada. Trump puede decir cosas en las que no cree o que no tienen ningún sentido, pero sabe que van a enfurecer a la multitud. Es como tirarle carne roja a un perro. Hay que despertar las emociones porque Trump es muy bueno jugando con ellas. Trata de que la gente se apasione por algo para que lo siga como líder.
¿Es peligroso para la sociedad estadounidense?
Es extremadamente peligroso. Los fundadores de Estados Unidos intentaron crear un sistema en el que un demagogo nunca pudiera hacerse con el control del país. Esa era la idea de los “controles y contrapesos” (checks and balances): crear tres ramas de gobierno separadas para que nadie se hiciera con ellas a la vez. Pero Trump lo ha hecho: tiene la presidencia, el Congreso y los tribunales. ¿Dónde están los controles? Y ahora además dice: 'No se limiten a jurar lealtad a la Constitución, quiero que me sean leales a mí, independientemente de lo que haga'. Y quiere el tipo de generales que tenía Hitler, gente que no tenga conciencia moral, para que obedezca órdenes horribles. Ha demostrado su propensión a hacerlo, dice que va a perseguir a las personas que lo enojaron.
El ascenso de líderes autoritarios de derecha es una tendencia global. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?
Es difícil predecir lo que va a pasar. Hay muchas contingencias a tener en cuenta. Son malas noticias y no deberíamos endulzarlas. Debemos hacerles frente. Tal vez, por primera vez en la historia reciente, la mayoría del mundo vivirá bajo líderes autoritarios, incluso más que cuando Hitler llegó al poder. Entonces, estaban Hitler, Mussolini, Japón, tal vez uno o dos países más. Pero ahora estamos hablando de Estados Unidos, podríamos incluir también a la India, China, Rusia, Turquía... la lista continúa. Argentina entra y sale, Brasil entra y sale. Es algo que era inimaginable hace 30 años, cuando parecía que la democracia se estaba expandiendo y que había algunos casos atípicos, como China y tal vez Rusia.
¿Podría esto llevar a una mayor desigualdad económica en prejuicio de las minorías?
Hay muchos escenarios a estudiar, este es posiblemente uno de ellos. Porque hay barreras estructurales, psicológicas, culturales, y si no somos proactivos, esas barreras incluso crecerán. Y las cosas empeorarán. La guerra está realmente en el horizonte. Y no me refiero a una escaramuza, me refiero a una guerra a gran escala. En algún momento, vas demasiado lejos, cometes un error, otras personas lo toman en serio, aunque tú no lo hagas, y desatas algo que luego no puedes controlar. Existen peligros reales, pero creo que también hay oportunidades.
¿Cómo cuáles?
Si la lucha es entre quienes creen que las únicas personas que importan son las que se parecen a mí y los que dicen, no, todo el mundo importa. Tengamos esta discusión. Incluso en las condiciones actuales, en las que estamos amenazados por la crisis climática, por los problemas migratorios, por el retroceso de los derechos humanos… Incluso en este entorno es realmente cuando debemos insistir en la pertenencia para todos, sin que haya alteridad.
¿Cómo explica usted que más votantes hispanos hayan apoyado a Trump esta vez, a pesar de sus promesas xenófobas?
En las elecciones estadounidenses la gente suele movilizarse en torno a uno o dos temas y se olvida de todo lo demás. A menudo, es un tema reciente. La mayoría de los hispanos son católicos. Y, aunque algunas personas están comprensiblemente muy molestas por el aborto, otras lo celebran. Si le preocupa y cree que no debería haber abortos, Trump es su héroe. Si cree que las mujeres no deberían tener elección, Trump es su héroe. Ha entregado a un segmento de la comunidad hispana algo que es realmente importante para ella.
Gina Tosas - Redactora en Internacional de la vanguardia.
Publicar un comentario