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jueves, julio 03, 2025

UNA IA PARA EXPLICAR EL MUNDO ABSURDO DE TRUMP


Andrea Colamedici es el filósofo de carne y hueso autor de ‘Hipnocracia’  VALERIA MAGRI/AFP, Desde hace unos meses, un concepto nuevo ha irrumpido en el debate político y filosófico: la hipnocracia. Incluso Emmanuel Macron la ha citado públicamente. ¿De qué se trata? “Es el primer régimen que actúa directamente sobre la conciencia. No controla los cuerpos. No reprime los pensamientos. Induce, más bien, un estado alterado de conciencia permanente. Un sueño lúcido. Una trance funcional.” Francesco Olivo en lavanguardia.com

La definición aparece en Hipnocracia, un ensayo publicado en Italia en diciembre y traducido al español en mayo por la editorial Rosamerón. Pero entre la publicación italiana y la española estalló una revelación inesperada: el supuesto autor, Jianwei Xun, no existe. Así lo reveló Sabina Minardi, periodista del semanario L’Espresso . El libro resultó ser un experimento social sobre el uso de la inteligencia artificial generativa, ideado por el filósofo italiano Andrea Colamedici. En esta entrevista, Colamedici explica el sentido de la operación, que también le ha valido numerosas críticas: algunos medios retiraron las reseñas del ensayo y otros las entrevistas al presunto autor (lo cual es falso). Ahora, una de las preocupaciones del filósofo italiano es que, más allá del experimento, se siga hablando también del contenido del libro.

El experimento - “Quería ver cómo reaccionamos ante la escenificación de algo que ya está en marcha”

¿Profesor, imaginaba todo este lío?

Sí, en el fondo era parte del experimento. Es fascinante desde el punto de vista sociológico y filosófico ver cómo reaccionamos ante la escenificación de algo que ya está en marcha, que ya forma parte de nuestras vidas.

Le llaman impostor...

Algunos se indignaron, y lo entiendo, pero muchos quisieron hablar del tema. Ese era el objetivo. Escribí el libro con inteligencia artificial, pero no delegué en la IA para hacerlo.

¿En qué sentido?

Incorporé mis tesis, que he estudiado durante años, en dos IA diferentes y les pedí que las refutaran.

Una periodista de L’Espresso , Sabina Minardi, descubrió que algo no cuadraba. Sin su intuición, ¿el autor oficial del libro seguiría siendo Jianwei Xun?

No, todo estaba planeado. La idea era revelar el experimento entre abril y mayo. Sabina lo descubrió y decidimos hacer coincidir la publicación de su artículo en L’Espresso , mis entrevistas en la revista Le Grand Continent y la edición francesa del libro, que, al igual que la española que salió después, incluye un epílogo donde se explica todo.

La cuestión es: ¿siguen siendo válidas las tesis del libro después de descubrir que fue escrito con inteligencia artificial?

Yo creo que sí. Entiendo a aquellas personas que me dicen: ‘Ahora que sé cómo fue escrito, me cuesta leerlo’. El riesgo, calculado, era romper una especie de pacto de credibilidad.

¿Y usted cree que la credibilidad se mantiene?

Lo demuestra el hecho de que seguimos hablando de hipnocracia. Decir ‘no lo escribió un humano, entonces es falso’, es un error: en realidad sí lo escribió un humano, solo que de un modo que será cada vez más común en nuestras vidas. Ya lo es, aunque muchas veces no se diga.

¿Qué quiere decir?

Muchos escritores la utilizan para ampliar sus ideas, aunque no lo admitan. Y es necesario abrir una reflexión sobre cómo usar la IA de forma consciente, sin delegar el ejercicio del pensamiento y sin caer en una peligrosa atrofia cognitiva.

¿Cómo eligió el perfil de Jianwei Xun?

Era importante que fuera chino. Si se hubiera llamado Salvatore Esposito habría sido diferente.

¿Por qué?

Para satisfacer nuestra necesidad –muy occidental– de ser observados desde fuera. Y también era fundamental que no tuviera una biografía definida. Era simplemente un licenciado, sin libros anteriores, sin cátedras, sin corriente de pensamiento, sin nada. Era una idea pura.

¿Está completamente de acuerdo con las tesis de la hipnocracia?

En esencia sí, pero yo no habría escrito el libro con ese tono tan apodíctico. Quizás soy más optimista, y la única con la que espero no estar de acuerdo –te lo digo así– es con la idea de que no se puede salir de la hipnocracia.

¿Por qué, desde Macron hasta las grandes universidades europeas, ahora todos hablan de hipnocracia?

Creo que el concepto de hipnocracia ha funcionado porque la gente necesitaba asideros ante lo absurdo. Dicho de otro modo: ¿cómo resisto frente a un presidente de Estados Unidos que difunde un vídeo como el que vimos sobre Gaza? ¿Cómo resisto frente al absurdo de alguien que se disfraza de Papa?

Buena pregunta: ¿cómo se hace?

Proporcionando herramientas conceptuales que te permitan decir ‘ahora entiendo por qué están jugando tanto con la hiperproducción de realidad’.

¿Qué tiene que ver Trump con la inteligencia artificial?

Su objetivo ya no es simplemente eliminar lo que lo contradice, sino sobrepasar la realidad con una avalancha constante de estímulos, violencias, absurdos, frases estruendosas que saturan el espacio público. Y entonces acabamos yendo detrás de él. La novedad no es ocupar la agenda pública, sino el mecanismo de saturación. No hay que fijarse solo en sus declaraciones exageradas, sino en la multiplicación de narrativas, utilizando herramientas tecnológicas que tiene a su disposición. Es un boomer , sí, pero ha comprendido la tecnología mejor que muchos jóvenes.

¿Cómo se le combate?

No limitándose a decir que está loco. Porque eso, además de deslegitimar al adversario, nos exime de responsabilidad. Es la excusa para no elaborar alternativas reales.

¿Y Musk?

Es un hombre que tiene una dependencia de la aceleración, derivada de su incapacidad de aceptar la muerte. Son personas que construyen estructuras no solo conceptuales, sino también técnicas, con la idea de superar las limitaciones humanas.

¿Cómo actúa Musk?

Genera expectativas, alimenta la espera. El esquema es aparecer como alguien que ‘está por llegar’, que ‘sabe’. Lo hacen también las empresas de inteligencia artificial: evocan la llegada de una IA poderosísima y peligrosa, así atraen dinero y atención, diciendo que solo ellas pueden controlarla, aunque sean ellas mismas quienes la crean.

¿Qué futuro ve para el debate sobre la hipnocracia?

Se ha creado una red de estudiosos que me ha impresionado. Me ha contactado incluso Derrick de Kerckhove, el gran sociólogo discípulo de McLuhan. Al fin y al cabo, ante esto, si soy un intelectual riguroso, tengo que involucrarme, tengo que aceptar la idea de que ya no podré aferrarme al principio de autoridad como lo hacía antes, porque el conocimiento mismo está, inevitablemente, en transformación constante.

La política, quizá la utilice como usted ha contado, pero en realidad se habla relativamente poco de inteligencia artificial, ¿no?

Exacto.

Una de las excepciones es la Iglesia: el papa Francisco participó hace un año en una sesión del G7 precisamente para hablar de este tema, y también León XIV, recién elegido, ha hecho numerosas referencias a las consecuencias de lo que él llama “una nueva revolución industrial”. ¿La Iglesia está más adelantada en este sentido?

En estos años, todas las instituciones han empezado a tambalearse y la Iglesia no ha sido una excepción. Claramente por los escándalos internos, pero también por el debilitamiento del poder de las ilusiones. Y así trata de reaccionar enfrentándose a los desafíos contemporáneos, es decir, planteándose preguntas y ofreciendo respuestas profundas sobre la inteligencia artificial. En particular, Prevost ha comprendido que todo esto no es simplemente una innovación tecnológica, sino una transformación cognitiva. Con enormes riesgos, tanto en términos de empleo como de lo que podríamos llamar una herida narcisista.

¿A qué se refiere con herida narcisista?

El ser humano se enfrenta a una voz que le dice: ‘Tú no eres quien crea las obras de arte más bellas, tampoco eres quien escribe mejor, ni siquiera quien calcula mejor’. Una herida narcisista muy fuerte que una institución como la Iglesia tiene el deber de reconocer y transformar en una oportunidad: el ser humano puede aprender a encontrar sentido en dejar de estar siempre en el centro.

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