EL PROBLEMA NO ES EL BURQUINI


¿Si se puede ir desnudo, con bikini, con trikini, en bañador o en braguitas en la playa, ¿hay quizás alguna norma sobre la indumentaria para que las mujeres se bañen en el mar o tomen el sol en la playa sin que intervengan los gendarmes? Sí es así, ¿cuántos centímetros de piel deben quedar al descubierto para que la Gendarmería no entre en acción? En la escala clásica de desnudeces que va del maillot de una pieza al topless, las posibilidades son ilimitadas, infinitas, imposibles de sistematizar. Sumar a la lista el Burquini, manifiestamente incómodo o poco adecuado para la práctica natatoria, pero que no encubre ninguna identidad -sí que lo hacen el niqab, el burka y otras prendas de ropa-, es casi un disparate en sociedades que, a su vez, adoptan formas de vestir o de hacer unas brazadas de acuerdo con eslóganes tan significativos como la operación bikini, que todos conocemos. Dicho de otra forma: ¿amenaza los cimientos de la cultura occidental todo lo que queda fuera de la escala maillot topless?

Hay suposiciones que las carga el diablo en sociedades autocomplacientes. Por ejemplo, aventurar que todas las usuarias del Burquina lo son bajo presión de la rama masculina de su familia -padre, hermanos, marido, usuarios siempre de bañadores convencionales o al estilo occidental- y rechazar la posibilidad de que una parte de ellas - desconocemos el porcentaje- lo visten para manifestar en público su identidad de musulmanes. Seguramente hay Burquini impuestos, pero también los hay que aparecen en las playas como parte de una reflexión personal e intransferible: soy musulmana, soy diferente, quiero que se sepa, explican en 'el periódico'.

La ministra francesa de Educación no se calló cuando vio las fotos de la mujer multada en la playa de Niza. Najat Vallaud-Belkacem dijo que esta prohibición era "peligrosa para la cohesión nacional". En pocas palabras, estaba dirigida contra una parte de la población a la que se asigna la condición de sospechosa. Y además, añadía la ministra, fomenta el "discurso racista".

Antes de que los partidos de la derecha se apresuraron a criticarla, fue el jefe de la ministra quien la corrigió. "Estas regulaciones se han adoptado en un momento específico", dijo el primer ministro, Manuel Valls, "en las playas del sur de Francia, unos pocos días después del atentado de Niza y en un contexto especial. Y una vez Además hay que decir que el Burquini es la esclavitud de la mujer ".

La mezcla de asuntos políticos, religiosos, de seguridad y relacionados con los derechos de la mujer es habitual en esta polémica que ha surgido con el uso del Burquini en las playas francesas. El Estado, es decir, Valls, se arroga el privilegio de decir a algunas mujeres como deben ir vestidas en lugares públicos, y lo hace en nombre de unos valores morales, porque piensa que la mayoría de la sociedad no aceptaría otra alternativa. y olvida que los valores morales son cambiantes según el lugar o cultura, cierto es, que en los países musulmanes existe la prohibición o imposición de lo contrario, todo hay que decirlo. Es la misma forma en que en Irán y Arabia Saudita se justifica la existencia de una 'policía religiosa' que tiene la función precisamente en controlar esto. Hay diferencias, claro. En unos países, la obligación consiste en ponerse ropa. En Francia resulta ser lo contrario. En ambos casos, se invocan razones de moralidad pública, y es el Estado quien decide cuáles son los límites. Religión y laicismo francés comparten niveles similares de coerción sobre lo que las mujeres pueden vestir. No hay tales limitaciones en el caso de los hombres, como ya ocurre con los mismos musulmanes, ellas con nihab y ellos con vaqueros, camiseta y zapatillas Nike, aunque esta es otra historia y un asunto interno de ellos y ellas que el tiempo curará y pondrá a ambos en su lugar.

En definitiva, un desorden, puro teatro desenfocado que nada bueno aporta. Me pregunto que pasaría si por ejemplo a las hermanas Kardashian, Paris Hilton o cualquiera de estas celebritys influencers de la moda, se les ocurre lucir en la playa un Burquini o un facequini o una pieza de baño semejante; ¿que dirían las autoridades?, se lo prohíbirían, o serían tendencia, #hastagg, viral, etc y se impondría la moda. Cosas más raras se han visto, como el trikini que a feo no le gana ninguna prenda. Y es que el problema no es el Burquini, sino el trasfondo de un miedo, de un desconcierto ante un movimiento ultra religioso que supera y preocupa a nuestros gobernantes, prohibir el Burquini no soluciona nada, al contrario, cuando más lo prohíban más se verán en las playas, por solidaridad o simplemente por qué les apetezca llevarlos a las mujeres, sin necesidad de imponerlo, que de hecho, sin darse cuenta, es lo que han hecho estos ayuntamientos franceses irresponsables.

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