¿Cómo criar un animal humano dispuesto a rendir trabajo a cambio de un salario? Marx da cuenta de la violencia espantosa que fue necesaria para llegar a ese resultado.  Una historia de expropiación, despojo, expolio, caza del hombre por el hombre. Producir las masas como trabajadores “libres” en cuanto “pulidos” –pulidos por dentro y por fuera‐, sojuzgados, necesitó: crear en Europa enormes masas de desposeídos y desplazados; “el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen [en América], la transformación de África en coto de caza de pieles‐negras” 
El parto del capitalismo fue terrible y doloroso, como lo sigue siendo en todas sus fronteras limítrofes. Y una vez acontecido, el desarrollo de la sociedad capitalista prolonga constantemente la fabricación de las masas trabajadoras que necesita, aunque sea a través de formas de sojuzgamiento más anónimas. “Evoluciona” hacia formas de “subsunción real” bajo capital.  En el mismo capítulo 24 escribe Marx: No basta con que las condiciones de trabajo se presenten en un polo como capital y en el otro como hombres que no tienen nada que vender, salvo su fuerza de trabajo. Tampoco basta con obligarlos a
que se vendan voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí mismas. La organización del proceso capitalista de producción desarrollado quebranta toda resistencia; la generación constante de una sobrepoblación relativa mantiene… el salario, dentro de carriles que convienen a las necesidades de valorización del capital; la coerción sorda de las relaciones económicas pone su sello a la dominación del capitalista sobre el obrero.
La formación de las masas como trabajadores asalariados es la determinación formal fundamental de la acumulación originaria, y el producto perfeccionado de ese mecanismo sería la humanidad obedientemente integrada en una totalidad sordamente disciplinaria.
Aunque el discurso de Marx haya puesto el acento en la descripción historiográfica, la acumulación originaria no debería interpretarse como un acontecimiento cumplido. La perspectiva puramente fáctica es aquí empobrecedora, ya que posterga lo que el concepto enseña sobre la estructura constitutiva de la sociedad capitalista. Si ese concepto, ateniéndonos a su determinación formal, indica la producción forzada de trabajo disponible para la valorización, ¿se refiere entonces a un hecho acontecido en un más o menos
lejano “erase una vez”? ¿No será, más bien, una constante estructurante del capitalismo?
Así leído, el concepto de acumulación primigenia perfila la sociedad capitalista, desde sus orígenes y a lo largo de todo su desarrollo, como una totalidad esencialmente polarizadora y disciplinaria. La escisión primigenia se revela desde esa perspectiva como un proceso necesario, que no puede cesar mientras dure el capitalismo, que a ninguna generación se le ahorra.
En este punto aflora de nuevo la tensión entre lo analítico y lo empírico, tan característica del discurso de Marx. Que bajo determinadas condiciones puedan darse formas de socialización menos coactivas en cuanto a la violencia directa, que la presión sorda e interiorizada pueda sustituir al látigo, que se den situaciones específicas en las que la posición del trabajo no parezca tan desventajosa  en el conflicto con el capital, que la economía capitalista se muestre capaz de satisfacer eficientemente algunas necesidades, nada de esto desmiente la tendencia general a la polarización como determinante fundamental del capitalismo. Si en una época ya lejana, la era “dorada” (para algunos) del taylorismo (W. F. Haug), aún fue posible señalar situaciones objetivas que parecían desmentir en determinados territorios la pauperización de los trabajadores y su depotenciación frente a la acumulación gigantesca, la más crasa confirma terriblemente que hoy –al igual que en las fases iniciales del capitalismo‐ las masas desposeídas son condición sistémica de la valorización del valor.
Tampoco, por lo demás, la historia real de depredación, fraude y violencia propios de la acumulación originaria debe interpretarse como concluida, archivada bajo el rubro “pasado”, relegada retroproyectivamente a un “estado primitivo”, ya no vigente o “exterior” a la actual sociedad capitalista. 
Las prácticas sangrientas de la acumulación se alargan de múltiples formas a lo largo de la geografía histórica del capital (David Harvey). La propia ley de la acumulación provoca que la desposesión violenta que hizo posible la génesis del capitalismo tenga que repetirse y ampliarse constantemente para que su motor no se detenga. Y las víctimas no paran de amontonarse.