LA MODERNIDAD LÍQUIDA


Bauman acuñó el concepto 'modernidad líquida' a finales de los 90, para describir la sociedad que nos venía encima, esta postmodernidad pseudo-democrática de valores dudosos y volubles y principios según convenga en cada momento, donde poca reflexión hay y si un estado de improvisación permanente como podemos ver y sufrir en la actual política española y los medios de comunicación oficialistas.

LA MODERNIDAD LÍQUIDALa “fluidez” es la cualidad de los líquidos y los gases. Según nos informa la autoridad de la Encyclopædia Britannica, lo que los distingue de los sólidos es que “en descanso, no pueden sostener una fuerza tangencial o cortante” y, por lo tanto, “sufren un continuo cambio de forma cuando se los somete a esa tensión”.
Este continuo e irrecuperable cambio de posición de una parte del material con respecto a otra parte cuando es sometida a una tensión cortante constituye un flujo, una propiedad característica de los fluidos. Opuestamente, las fuerzas cortantes ejercidas sobre un sólido para doblarlo o flexionarlo se sostienen, y el sólido no fluye y puede volver a su forma original.
Los líquidos, una variedad de fluidos, poseen estas notables cualidades, hasta el punto de que “sus moléculas son preservadas en una disposición ordenada solamente en unos pocos diámetros moleculares”; en tanto, “la amplia variedad de conductas manifestadas por los sólidos es resultado directo del tipo de enlace que reúne los átomos de los sólidos y de la disposición de los átomos”. “Enlace”, a su vez, es el término que expresa la estabilidad de los sólidos –la resistencia que ofrecen “a la separación de los átomos”–.
Hasta aquí lo que dice la Encyclopædia Britannica, en una entrada que apuesta a explicar la “fluidez” como una metáfora regente de la etapa actual de la era moderna. En lenguaje simple, todas estas características de los fluidos implican que los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su forma. Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. En tanto los sólidos tienen una clara dimensión espacial pero neutralizan el impacto –y disminuyen la significación– del tiempo (resisten efectivamente su flujo o lo vuelven irrelevante), los fluidos no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar: ese espacio que, después de todo, sólo llenan “por un momento”. En cierto sentido, los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo. En la descripción de los sólidos, es posible ignorar completamente el tiempo; en la descripción de los fluidos, se cometería un error grave si el tiempo se dejara de lado. Las descripciones de un fluido son como instantáneas, que necesitan ser fechadas al dorso.
Los fluidos se desplazan con facilidad. “Fluyen”, “se derraman”, “se desbordan”, “salpican”, “se vierten”, “se filtran”, “gotean”, “inundan”, “rocían”, “chorrean”, “manan”, “exudan”; a diferencia de los sólidos, no es posible detenerlos fácilmente –sortean algunos obstáculos, disuelven otros o se filtran a través de ellos, empapándolos–. Emergen incólumes de sus encuentros con los sólidos, en tanto que estos últimos –si es que siguen siendo sólidos tras el encuentro– sufren un cambio: se humedecen o empapan. La extraordinaria movilidad de los fluidos es lo que los asocia con la idea de “levedad”. Hay líquidos que en pulgadas cúbicas son más pesados que muchos sólidos, pero de todos modos tendemos a visualizarlos como más livianos, menos “pesados” que cualquier sólido. Asociamos “levedad” o “liviandad” con movilidad e inconstancia: la práctica nos demuestra que cuanto menos cargados nos desplacemos, tanto más rápido será nuestro avance.
Estas razones justifican que consideremos que la “fluidez” o la “liquidez” son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual –en muchos sentidos nueva– de la historia de la modernidad. 

Acepto que esta proposición pueda hacer vacilar a cualquiera que esté familiarizado con el "discurso de la modernidad" y con el vocabulario empleado habitualmente para contar la historia moderna. Es que la modernidad no fue desde el principio un "proceso de licuefacción? Acaso" Fundir los sólidos "no fue siempre su principal pasatiempo y su mayor logro? En otras palabras, tal vez la modernidad no ha sido" fluida " des el principio? Estas y otras objeciones son justificadas, y parecerán más justificadas aunque recordamos que la famosa expresión "fundir los sólidos", acuñada hace un siglo y medio por los autores del Manifiesto comunista, se refería al tratamiento con que el confiado y exuberante espíritu moderno aludía a una sociedad que encontraba demasiado estancada por su gusto y demasiado resistente a los cambios ambicionados, ya que todas sus pautas estaban congeladas. Si el espíritu era "moderno", lo era en cuando estaba decidido a que la realidad emancipara de la "mano muerta" de su propia historia ... y esto sólo podía conseguirse fundiendo los sólidos (es decir, según la definición, disolviendo todo aquello que persiste en el tiempo y que es indiferente al s eu paso y inmune a su fluir). 
Esta intención requería, a su vez, la "profanación del sagrado": la desautorización y la negación del pasado, y primordialmente de la "tradición" -es decir, el sedimento y el residuo del pasado en el presente-. Por lo tanto, requería asimismo! La destrucción de la armadura protectora forjada por las convicciones y lealtades que permitía a los sólidos resistirse a la "licuefacción". Recordemos, sin embargo, que todo esto no tenía que llevar a cabo para acabar con los sólidos definitivamente ni para liberar el nuevo mundo de ellos para siempre, sino para hacer espacio a nuevos y mejores sólidos; para reemplazar el conjunto heredado de sólidos defectuosos y deficientes por otro, mejor o incluso perfecto, y por eso mismo inalterable. Al leer el Ancien Régime [El Antiguo Régimen y la Revolución] de De Tocqueville, podríamos preguntarnos además hasta qué punto estos "sólidos" no estaban de antemano resentidos, condenados y destinados a la licuefacción, ya que se habían oxidado y oxidado, volviéndose frágiles y poco fiables. Los tiempos modernos encontraron los sólidos premodernos en, un estado bastante avanzado de desintegración; y uno de los motivos más poderosos que estimulaba su disolución era el deseo de descubrir o inventar sólidos la solidez fuera -por una vez- duradera, una solidez en la que se pudiera confiar y de la que se pudiera depender, volviendo al mundo predecible y controlable. Los primeros sólidos que debían disolver y las primeras pautas sagradas que debían profanarse eran las lealtades tradicionales, los derechos y obligaciones a.costumbrados que ataban de manos y pies, obstaculizaban los movimientos y constreñían la iniciativa. Para encarar seriamente la tarea de construir un nuevo orden (verdaderamente sólido!), Había que deshacerse del lastre que el viejo orden imponía a los constructores. "Fundir los sólidos" significaba, primordialmente, desprenderse de las obligaciones "irrelevantes" que se interponían en el camino de un cálculo racional de los efectos; tal como lo expresaba Max Weber, liberar la iniciativa comercial de los grilletes de las obligaciones domésticas y de la densa trama de los deberes éticos; o, según Thomas Carlyle, de todos los vínculos que condicionan la reciprocidad humana y la mutua responsabilidad, conservar tan sólo el "nexo del dinero". Asimismo, este tipo de "disolución de los sólidos" destrababa toda la compleja trama de las relaciones sociales, dejándola desnuda, desprotegida, desarmada y expuesta, incapaz de resistirse a las reglas del juego y los criterios de racionalidad inspirados y moldeados por comercio, y menos capaz incluso de competir con ellos de manera efectiva. Esta fatal desaparición dejó el campo libre a la invasión y al dominio de (como dijo Weber) la racionalidad instrumental, o (como lo articuló, Marx) del rol determinante de la economía: las "bases" de la vida social infundieron a todos los demás ámbitos de la vida el estatus de "superestructura" -es decir, un artefacto de estas "bases" la única función era contribuir a su funcionamiento aceitado y constantemente. La disolución de los sólidos condujo a una progresiva emancipación de la economía de sus tradicionales vínculos políticos, éticos y culturales. Sedimentar un nuevo orden, definido primariamente en términos económicos. Este nuevo orden debía ser más "sólido" que los órdenes que reemplazaba, porque a diferencia de ellos era inmune a los embates de cualquier acción que no fuera económica. Casi todos los poderes políticos o morales capaces de trastocar o reformar este nuevo orden habían sido destruidos o incapacitados, por debilidad, para esta tarea. Y no porque el orden económico, una vez establecido, hubiera colonizado, reeducado y convertido a su gusto el resto de la vida social, sino porque este orden llegó a dominar la totalidad de la vida humana, volviendo irrelevante e ineficaz todo aspecto de la vida que no contribuye a su incesante y continua reproducción. - - la modernidad líquida - Zygmund Bauman

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