Hay que tener en cuenta que no hay cosa más difícil de tratar, ni de más incierto éxito, ni más peligrosa de manejar, que ser el responsable de las innovaciones políticas. Porque el innovador político tiene por enemigos a todos aquellos que sacaban provecho de las viejas instituciones y tiene por débiles defensores a todos aquellos que podrían sacar provecho de las nuevas. Dicha debilidad nace, en parte, del miedo a los adversarios que tienen la ley de su lado, y en parte también de la propia incredulidad de los hombres que no tienen fe en le cosas nuevas hasta que la experiencia no se lo demuestra. Sucede entonces que los enemigos, en cuanto tienen ocasión, se organizan en partidos y se sublevan, mientras que la defensa de los demás es demasiado débil, de manera que siempre se corre peligro. Por lo tanto, es necesario, si se quiere analizar bien este aspecto, ver si estos príncipes poder llevar a cabo las innovaciones por sí mismos o dependen de otros, es decir, que si para ejecutar sus proyectos necesitan del consentimiento ajeno o los imponen con la fuerza. En caso de necesitar ayuda, acaban siempre mal y no consiguen nada, y, en cambio, cuando dependen solo de sí mismos y pueden imponerlos por la fuerza, no suelen correr ningún peligro. Maquiavelo - El Príncipe.
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