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miércoles, abril 30, 2025

SER FELICES CUANDO COLAPSE TODO


Ahora que faltan liderazgos y vamos sobrados de políticos mediocres y aprovechados, la solución pasa por hacer política a pequeña escala, repensar al mundo para subsistir. 

El lunes nos quedamos a oscuras, y mientras el asombro lo invadía todo, por todas partes, yo no dejaba de pensar en una serie buenísima francesa llamada El derrumbamiento y que retrata a varios individuos en diferentes contextos, en medio de un mundo verosímilmente paralizado. Nosotros el día lo pasamos tranquilos, conocía dónde estaban todos los míos y que sabrían volver a casa a pie, llevábamos dinero en efectivo, tenemos una radio de las de pilas, nos fuimos a pasear y después comimos pan, queso y fresas, y aprovechamos para querernos y hacer la siesta. Y, sin embargo, la duda de cuánto tiempo podrían aguantar los generadores de los hospitales, cuando reabrirían las gasolineras y cómo pasarían la angustia la gente atrapada en los convoyes de tren, en los ascensores y etcétera, me hizo sufrir.

Que el mundo tan tecnológico y conectado que hemos construido y al que nos hemos acostumbrado está tensionado y puede colapsar en cualquier momento, es una evidencia que parece que queramos negar porque las herramientas que tenemos para afrontarlo no son suficientes. La pandemia fue un ensayo general, pero obviamos la realidad de la crisis climática porque no acabamos de entender sus implicaciones en el día a día de cada uno, la ciudad está en crisis más que nunca, vendida al turismo y la especulación, y pese a tener guerra en Europa, todavía nos queda lo suficientemente lejos para que nos dé miedo.

El escritor Régis Debray, en su ensayo El siglo verde, dice que nos hemos acostumbrado a que todo vaya más rápido y más rápido, pero que hay que reaprender a conservar, restaurar, volver a casa, ser más humildes y aceptar que el mundo es tullido y la vida llena de baches, ¿por qué mientras circula, todo va bien, pero y si no? Comida de proximidad, acostumbrarse a ir a pie por todo, volver a tener efectivo en casa, comprarse una radio para estar conectado con el mundo, son todas aquellas cosas que nos decían los abuelos y que sonaban anacrónicas, pero siguen siendo vigentes, y como dirían unos amigos míos, con un hogar, un huerto, cuatro gallinas y una escopeta ya.

Según el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik, ser resilientes -también como pueblo- no es resistir una adversidad, sino no quedarse encarcelados y sacar algo de bien para salir adelante mejor. Vivimos en una burbuja en una Cataluña repleta de desigualdades sociales y territoriales, y con una mano de retos que si nos fijamos bien, compartimos con buena parte del resto de Europa. Ahora que faltan liderazgos con ganas de servir y que vamos sobrados de políticos mediocres y aprovechados, creo que la solución pasa por hacer política a pequeña escala más que nunca, y sumar esfuerzos entre todos para quejarnos menos y discutir más, y siguiendo la máxima de Flaubert, que creía que la cultura debía servir para algo, más, hacer más poemas, más de todo lo que nos permita reflexionar, encontrar afinidades y soluciones, cuestionar y proponer más. En definitiva, para repensar el mundo por subsistir y aún ser felices cuando colapse todo. - Ada Klein Fortuny en el País

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