Sed de mal es un melodrama gótico, una tragedia, llena de sombras, ángulos retorcidos, humor ácido, con un personaje shakespeariano en primer término: el sucio y desagradable Quinlan, un detective magnífico y un policía despreciable que, encarnado en la humanidad del propio Welles, es a la vez símbolo del mal, pero con un resto de nobleza entre las ruinas de su decadencia, tal como lo ve Marlene Dietrich en una breve y memorable aparición hacia el final de la película. El papel del policía de narcotráfico mexicano Mike Vargas y su esposa Susan (Janet Leigh y Charlton Heston) quedó sobrepasado por el omnipresente Welles. De hecho Vargas es la excusa para mostrarnos Quinlan, en una magistral interpretación de Orson Welles.
Para mí que no soy cinéfilo, esta compleja y retorcida historia de poder y corrupción es una de las obras maestras del cine, rodada en un magnífico blanco y negro, y es que esta película no se podía rodar en color, no tendría ningún sentido.
El inicio es un prodigio de técnica, imaginación y cuidadosa puesta en escena. Posiblemente el mejor y más largo travelling de la historia del cine.