Encuentran la píldora que acaba con la soledad: otra píldora. Esta es la irónica reflexión de Jesus Maria Tibau. Parece un chiste de Woody Allen, pero es más cercano, viene de Cornudella de Montsant, y no deja de ser curioso, la gente se obsesiona con la soledad, como si se tratara de la peste, y la soledad es la panacea, el nirvana, el mundo feliz, sólo es necesario que la acompañen, un ordenador, varios libros, café y una botella de whisky, ¡ah! y una radio donde escuchar música, como yo escucho ahora a Diana Krall.
La soledad no es una cuestión sólo física, quien no se ha encontrado splo rodeado de gente; a veces cuanta más gente te rodea más solo te sientes, sobre todo  porque es gente en la que no entiendes ni es de tu parecer. Soledad, fiel compañera, no te hagas la extraña, sabes que me tienes, escribía en un poema hace tiempo, tal vez por que siempre he sido una persona solitaria con clara vocación de ermitaño, pero como uno es cómodo por naturaleza, esto de vivir en una cueva sin wi-fi no le seduce lo más mínimo, y ha conseguido la soledad rodeado de gente, dentro de los 80 m2 del piso que habita; se trata de delimitar el territorio, entonces estás solo y al mismo tiempo, acompañado, es sólo una cuestión de metros, aquí Diana Krall, allí Sálvame o la Riera y el nieto con la cónsola, cada uno con su tema, y ​​de hecho, los tres, solos. Es la soledad compartida, la soledad es peregrinación, viajar en busca de algo que ya estaba en un mismo antes de irse, y siempre es relativa, no existe la soledad absoluta, de mi habitación hasta el comedor donde está Nuri, en casa, hay sólo 12 metros, que son de ida o vuelta, y al nieto, lo tengo detrás de mí, tan cerca y tan lejos.