ESCLAVOS EN POLÍGONOS EUROPEOS

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magen tomada por los Carabinieri italianos del taller donde, en pésimas condiciones laborales, se fabricaban productos de piel para la marca Armani  

 AP - Josep Martí Blanch .

Storia della mia gente (Historia de mi gente, Salamandra 2012) ganó en 2011 el premio Strega de novela, uno de los más prestigiosos de la literatura italiana. Firmaba el libro Edoardo Nesi, un toscano vinculado familiarmente a la que había sido la próspera industria textil de la Toscana. El texto era la crónica de la evaporación del mundo en el que el autor se había criado, forjado a través de empresas de capital conocido y propietarios con nombre, apellidos y domicilio conocidos. Como contraparte, empleados que también significaban algo más que una anotación referida a los costes de producción en un documento Excel. Un paisaje común a muchos otros lugares de Europa que el autor daba por finiquitado en su novela de tintes autobiográficos. Nesi firmaba el adiós a un modo de vida, algo que iba mucho más allá de las meras relaciones laborales. El libro, de lectura amarga, daba por finiquitada esa realidad a causa de las externalidades negativas de la globalización de primera y segunda generación.

Si la primera fase globalizadora había significado el traslado de la producción a Asia, principalmente a China; la segunda se traducía en la proliferación en la propia Toscana de talleres textiles en manos de ciudadanos chinos (algunos legales, muchos otros no), que clonaban los métodos de fabricación y condiciones laborales de su país de origen. Aún a costa de infringir las leyes europeas e italianas.

Un dibujo preciso de la condena a muerte del tejido productivo del que él era hijo. Una empresa tras otra desfilando hacia el cementerio del olvido por no poder competir en esas condiciones de desigualdad. Y con su desaparición, el inevitable desvanecimiento progresivo del contrato social construido sobre las cenizas de la II Guerra Mundial. Sin el dramatismo ni la precisión literaria de El mundo de ayer de Stefan Zweig, Storia della mia gente era también el acta notarial de un fin de época. En Italia, sí, pero exportable a otros lugares del continente.

Este largo prólogo viene a cuento por el escándalo mayúsculo que acaba de protagonizar la firma italiana de artículos de lujo Armani y que afecta en particular a Giorgio Armani Operations, al brazo industrial del imperio familiar. Sabemos desde el viernes que bolsos, cinturones y quien sabe cuantos productos más de la insigne firma son fabricados por esclavos chinos en polígonos industriales de Lombardía. El corazón de la vieja Europa carcomido por las peores prácticas laborales que uno es capaz de imaginar en nombre del lujo.

Escribimos esclavos porqué eso es quien es condenado a vivir en un taller de polígono con jornadas inacabables, durmiendo en colchones que se ocupan por turnos, con lavabos que cumplen también la función de cocinas y salarios que oscilan entre los dos y los tres euros por hora. La división afectada por el escándalo ha sido puesta bajo administración judicial por los tribunales milaneses.

El libro de Nesi describía ya en 2012 la existencia de esta realidad. Doce años después el escándalo Armani evidencia la incapacidad de las autoridades para combatir eficazmente el nacimiento de sociedades paralelas que operan al margen de la legalidad en suelo europeo y a la vista de cualquiera que tenga el atrevimiento de mirar. Pero evidencia algo más. La decadencia moral de una parte del empresariado y la inexistencia por su parte de compromiso alguno con la sociedad de la que un día formaron parte y de la que han decidido desgajarse en favor únicamente de ellos mismos y su bolsillo.

La investigación da por hecho que la empresa ahora administrada judicialmente era conocedora de las prácticas esclavistas y que incluso forman parte de una estrategia empresarial de crecimiento y rentabilidad. Ahora asistiremos a la recurrente y eficaz táctica del calamar: Culpabilizar a las subcontratas para que la gran marca siga luciendo sin mácula como icono del lujo y del gusto refinado. Además, para tranquilidad de Armani, la memoria colectiva es siempre más corta que la magnitud moral y práctica de estos escándalos.

Y una pregunta de fondo: ¿Cuántos polígonos como el lombardo hay repartidos por Europa a los que no nos atrevemos a mirar? Algunos no nos quedan tan lejos. Y es fácil adivinar que ahí dentro pasan cosas similares. Queríamos colonizar el mundo con nuestros valores y resulta que apenas nos damos la vuelta es el mundo quien nos coloniza a nosotros. En todo caso, tomen nota Armani y otros. La verdadera marca de lujo sigue siendo, también hoy en día, ser persona. Con todo lo que ello debiera significar.


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