A Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), los premios siempre le pillan fuera de casa. Paseaba por Londres cuando le concedieron el Cervantes y este miércoles estaba en el médico, “en un control rutinario”, cuando le han llamado para anunciarle que había ganado el premio Princesa de Asturias 2025. “No me van a dejar jubilar tranquilamente. Se lo dieron a Serrat cuando ya se había retirado y se tuvo que poner a cantar otra vez”, ha bromeado un tanto afónico el escritor en la biblioteca Jaume Fuster de Barcelona, tan solo hora y media después de que se hiciera público el anuncio en el Hotel Oviedo Cervantes de Asturias.
El escritor es “un histórico” de la literatura española, como él mismo ha reconocido en más de una ocasión. “Puedo contar cosas que ya queda muy poca gente que pueda contar”. Entre ellas, que ganó, entre muchos otros, el Cervantes en 2016; el premio Ciutat de Barcelona por La ciudad de los prodigios, que hace un retrato vivo de la evolución de la ciudad entre las Exposiciones Universales de 1888 y 1929; o el Planeta, con Riña de gatos, ambientada en la atmósfera de tensión y conspiración del Madrid de 1936.
Barcelona siempre ha sido su gran escenario, aunque, admite: “La ciudad ha cambiado muchísimo desde mi infancia y no la reconocería ni mi padre. Ha pasado de ser poco conocida a un referente turístico que nadie sabe donde va a ir a parar. Pero no solo ha cambiado la ciudad, sino su manera de ver y entender lo que la gente busca, y yo he tenido la suerte de ser un testigo privilegiado”. El autor ve una ventaja el que, durante mucho tiempo, haya vivido fuera, pues eso le ha permitido “ver los cambios con perspectiva y buscar la forma de contármelos a mí mismo”.
Lo hizo con Gurb, el extraterrestre que protagoniza Sin noticias de Gurb (Seix Barral, 2001), seguramente su novela más excéntrica. Entonces narró la Barcelona preolímpica, pero, ¿Qué contaría hoy? Y qué diría la gente si le viera aterrizar con una nave espacial? “Nadie se daría cuenta porque la ciudad ya está llena de alienígenas”.
La gran pregunta es que carajo se fumó cuando escribió la inclasificable "sin noticias de Gurb".
Preguntado por el pacto lingüístico en Catalunya, respondió: “Yo lo que quiero es que haya concordia, buena voluntad, corridas de toros, vino, juerga y fútbol”. Se olvidó del flamenco y la Guardia Civil.
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