L'OSTERIA L'INTREPIDO


Aunque el coronavirus ha logrado echar el cierre al boyante negocio de la restauración, aún es pronto para saber cuántos restaurantes lograrán sobrevivir a semejante acúmulo de adversidades y restricciones. Algunos nunca más volverán a subir la persiana. Son los restaurantes fantasma en cuyo interior aún permanecen las mesas y las ollas pero sin ni un alma que les dé vida. Un espeso silencio ha usurpado la irresistible química que se produce –que se producía– cuando se juntan alegres comensales, atentos camareros y cocineros que se esfuerzan por dar placer a su clientela. Pero aunque ahora se hallan vacíos, al menos pueden decir que alguna vez existieron, a sabiendas de que permanecerán largo tiempo en los recuerdos de sus antiguos clientes.
No se puede decir lo mismo de L’Osteria L’Intrepido, un restaurante milanés que en el 2008 ganó un premio a la excelencia de su carta de vinos concedido por la prestigiosa revista americana de enología Wine Spectator. Por una simple razón: nunca existió, al menos no físicamente. El local y su bien surtida bodega fueron inventados y colocados en internet por el crítico culinario y catador de vinos Robin Goldstein a fin de ridiculizar la fiabilidad de los premios gastronómicos. Y puede decirse que la jugada le salió redonda.

L’Osteria L’Intrepido nunca existió, al menos no físicamente

En el mundo anglosajón, los concursos, sean de poesía o de gastronomía, exigen una tarifa de participación, que en el caso de Goldstein fue de unos 175 euros. Nada más saberse que le habían concedido el premio, su blog se llenó de felicitaciones. En cuanto a Wine Spectator, quizá lo que más le dolió al saberse que había sido víctima de un tan bien urdido engaño no fue tanto la inexistencia del restaurante que había premiado como el hecho de que entre la lista reservada de vinos de Goldstein figuraban los peor valorados por la revista a lo largo de 20 años.
No había hecho más que empezar la cruzada de Goldstein contra todo aquel que se da de enólogo profesional pero que en realidad no es más que un farsante que elogia o destroza las marcas a su antojo al tiempo que ejerce una enorme influencia sobre el precio de los caldos. De modo que montó una “cata ciega” en la que 500 enólogos probaron más de 500 vinos diferentes. Las críticas de los “expertos” resultaron inversamente proporcionales a los precios. Lo que demuestra que el precio tiene mucho que ver a la hora de evaluar la calidad de un vino (o, se diría, cualquier otro producto).

El precio tiene mucho que ver a la hora de evaluar la calidad de cualquier producto.

Poco antes de que cerrara definitivamente la boite barcelonesa Bocaccio de la calle Muntaner (ahora, también hay discotecas fantasma), se montó una “cata ciega” de whiskys en la que participaron varios clientes que se daban de entendidos en la materia. Uno de los más afamados juró que el whisky que acababa de tastar era sin lugar a dudas Cardhu cuando no era más que un DYC normal y corriente. El único que acertó fue el barman.
Si la restauración futura se ve forzada a andar entre mamparas, mascarillas y guantes de látex, seguramente importará bien poco su carta de vinos, porque habrá cada vez más establecimientos como L’Osteria L’Intrepido de Goldstein, es decir, restaurantes fantasma. - John William Wilkinson - lavanguardia.com

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