Jordi Pujol y el rey emérito son tipos muy diferentes. Por talante, inteligencia y sentido moral. Pero coinciden en un último gesto: son más o menos culpables de lo que se les acusa, sin embargo, en el último momento, se han inmolado ante la historia para salvar a los hijos. Antoni Puigverd.
Los casos del rey emérito y del ex Pujol se parecen. Algunos juancarlistas sostienen que las cuentas del rey en el extranjero responden a la necesidad de disponer de un buen colchón económico en el exterior en previsión de que se repitiera la historia del padre y el abuelo, que habían conocido el exilio, no siempre en condiciones de confort. Pues bien, cuando el ex presidente de la Generalitat confesó que tenía una deja en Andorra -unos millones heredados de su padre- circuló el argumento que Florenci Pujol había abierto la cuenta andorrano poco después del 23-F, pensando en sus nietos y desconfiando de las obsesiones políticas del hijo, que ya había conocido la tortura y la cárcel durante el franquismo (la Generalitat, por otro lado, no ha sido nunca un poder seguro, como demuestra la detención del presidente Companys en el exilio, fusilado poco después en Montjuïc). Estas justificaciones, muy diferentes de raíz, coinciden en el peligro (hipotético, pero no despreciable) que sombreaba la vida de ambos personajes.
Otra semejanza es la omertà con que se ocultaron durante años las actuaciones incorrectas tanto del rey emérito como de la familia Pujol. Todo el mundo conocía las travesuras de Jordi Pujol jr. Todo el mundo sabía que se presentaba a los ayuntamientos de Convergencia con una tarjeta de visita y que cuando el alcalde leía los apellidos "Pujol y Ferrusola", casi cuadrante militarmente, le preguntaba: "¿Qué se le ofrece?". Del mismo modo, los rumores sobre la vida sentimental del rey Juan Carlos y sobre sus amistades peligrosas con los jeques del petróleo corrían de boca en boca. Pero nadie se atrevía a decir, como el niño del cuento: "El rey va desnudo".
Tanto Pujol como el rey son personajes carismáticos que han tenido un papel capital (incomparable, pero ciertamente imprescindible) en la transición del franquismo a la democracia, en la consolidación de una Constitución autonomista y en la creciente prosperidad del país, ahora colapsada por tantas crisis. El carisma y la importancia de estos dos personajes generó a su alrededor una guardia de corps política y mediática que hacía muy difícil, no la crítica frontal (ya que siempre hubo republicanos y antipujolistas), pero sí la crítica constructiva, sin la que un gobernante caerá inevitablemente en graves errores.
Hay que tener en cuenta que en este país, los delitos de dinero tampoco son muy condenados por la gente, que en cierto modo los justifica, y esto en un país de larga tradición de pícaros y bribones tampoco debería sorprendernos. De todos modos ni Juan Carlos primero ni Jordi Pujol después, le llegan a la suela del zapato al rey de los pícaros, el caradura nomber one: Felix Millet.
0 Comentarios:
Publicar un comentario