En un momento en que el móvil está en el ojo del huracán por los efectos que su, (mal) uso tiene desde la infancia, un pueblo entero de Irlanda, Greystones, acaba de adoptar una decisión que hará mucho más fácil que los padres se lo nieguen a sus hijos pequeños, por más que las criaturas pataleen con el socorrido argumento de que “¡todos lo tienen!”.
Las asociaciones de familias de los ocho colegios de primaria del distrito han firmado un código de no uso de smartphones hasta la escuela secundaria. Es decir, nada de móvil hasta los 12 años. La decisión supera así toda eventual regulación por parte del gobierno irlandés y además, y eso no deja de ser importante, descarga a las familias de la responsabilidad –toda suya– de la compra de uno de estos aparatos a edades tempranas. Por otro lado, también evita que los maestros de los claustros deban tomar posición ante el dilema pedagógico de móvil sí o móvil no en el aula.
Cualquier análisis o intento de debatir este asunto, tan abordado en los últimos tiempos como aparentemente irresoluble, debe tener en cuenta que en muchas casas se da el smartphone al niño desde su más tierna infancia para calmarlo, pero también para que sus exhaustos padres puedan cumplir con sus largas obligaciones laborales. Aquí, en esta tendencia creciente, es donde suelen mediar los expertos, y también entre ellos existe división de opiniones.
El problema no es la tecnología, sino el uso que se hace de la misma. La discusión se encona, sin embargo, cuando se trata de niños más pequeños: ¿A qué edad debemos darles su primer móvil? La edad ideal se sitúa en los 16 años, algo a todas luces impracticables, de modo que las opiniones expertas basculan. Desde los pedagogos más “puritanos digitales” que abogan por nada de móviles antes de los 12 dado el potencial daño en la salud mental y en la capacidad de atención que pueden causar el abuso de estos aparatos. Hasta otros pedagogos, digamos, más abiertos a dar y facilitar el móvil, que sostienen que depende del niño, de sus circunstancias familiares y de su desarrollo socioemocional.
En lo que sí inciden y coinciden todos es en dos asuntos. Uno, la influencia que ejerce en los niños ver cómo usan el móvil los adultos de su entorno. Y dos, la necesaria existencia de un acompañamiento por parte de las familias y educadores cuando los más pequeños tienen el móvil en la mano. En España, por ejemplo, el uso del móvil se extiende rápidamente a partir de los 10 años. A esa edad tienen móvil dos de cada diez menores; a los 12 ya son dos de cada tres; a los 13, nueve de cada diez; y a los 15 la práctica totalidad (el 96%), según un informe de 2022 del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad.
La iniciativa parte de la preocupación por cómo los teléfonos inteligentes podían estar alimentando la ansiedad y exponiendo a los más pequeños a contenidos para adultos
La noticia sobre el pacto social de Greystones (una población con unos 18.000 habitantes) la avanzó este sábado 'The Guardian' sin precisar si en las escuelas adheridas al nuevo código había maestros partidarios de introducir esta tecnología en clase como herramienta escolar. Se da la circunstancia de que esta misma semana el gobierno de Suecia anunció que frenaría el plan digital a cambio de potenciar el uso de libros de texto al entender que el exceso de pantallas podía estar entre las causas de una leve caída en el rendimiento académico.
El código de no móviles hasta la secundaria lo han asumido los firmantes de Greystones de forma voluntaria. En la ciudad del condado de Wicklow tomaron la iniciativa el mes pasado en medio de la preocupación por cómo los teléfonos inteligentes podían estar alimentando la ansiedad y exponiendo a los niños a contenidos para adultos. El paso dado por la población de Greystones llevó al ministro de Salud de Irlanda, Stephen Donnelly, a recomendarla como política nacional.
En principio, el código impone que nadie dará un móvil a un niño antes de que cumpla los 12 años ni en casa ni en la escuela. “La niñez es cada vez más corta”, declaró a 'The Guardian' la promotora de la idea, la directora de la escuela Saint Patrick’s, Rachel Harper. En su opinión, los niños habían comenzado a pedir el móvil ya a los nueve años en el despertar del interés por las redes sociales. Y si no lo tenía ese crío, pues lo tenía un amigo: “Una política en toda la ciudad –dice Harper– reduce la posibilidad de que un niño tenga un compañero con smartphone... Y los padres pueden presentar el código como regla escolar: les encanta, ahora pueden culpar a las escuelas". - lavanguardia.
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