Una semana después, Pedro Sánchez sigue en la presidencia del Gobierno. No hace falta volver a detallar los acontecimientos del pasado fin de semana, puesto que han sido objeto de un intenso seguimiento informativo. Los cinco días de abril van a dejar huella en la política española y es muy posible que esa huella se vaya modificando con el paso del tiempo.

Sánchez ha sido muy astuto, sostiene bastante gente, incluidos algunos de sus más acérrimos adversarios. Sánchez ha sido maquiavélico, añaden algunos. Discrepo de esa última apreciación. Creo que el presidente del Gobierno no ha sido maquiavélico, aunque fuese esa su intención. En España tendemos a confundir maquiavelismo con astucia. En la mentalidad española, el maquiavelismo sería el estadio superior de la astucia y la marrullería. En el país que tiene como divisa lemas como “resistir es vencer”, “a lo hecho, pecho” y “hay que ir de frente”, el maquiavelismo inquieta. En Italia, ser calificado de maquiavélico es considerado un honor, puesto Nicolás Maquiavelo es un personaje central de su historia y de su cultura política, Maquiavelo, personaje del Cinquecento, es considerado como el primer precursor de la unidad nacional italiana, unidad que no se materializaría hasta la segunda mitad del siglo XIX. El influyente pensador marxista italiano Antonio Gramsci dedicó a la figura de Maquiavelo uno de sus cuadernos escritos en la cárcel. Maquiavelo también ha sido muy estudiado en el mundo intelectual anglosajón, que ve en el tratado El Príncipe uno de los fundamentos del pensamiento político moderno.

Sánchez no ha sido maquiavélico porque no podía cumplir con lo que amenazaba. Cuando se dio cuenta de que podía abrir una crisis descomunal en el PSOE decidió dar marcha atrás. Algunas maniobras internas ya se habían puesto en marcha y pronto serán conocidas. Algunas han han empezado a ser explicadas. 

Como comentaba en su videoblog de la semana pasada, Enric Juliana, Sánchez ya se ha ido, aunque se quede”. Siete días después, una vez conocido el desenlace del periodo de reflexión que se impuso el presidente del Gobierno, volvería a escribir esa frase. Sánchez se fue durante cinco días, encerrado en palacio, sin comunicarse con ninguno de sus ministros, ni con su gabinete, y la estabilidad y solidez de su regreso dependen ahora del resultado de las próximas elecciones en Catalunya y de las europeas de junio. Puede salir reforzado o muy debilitado de ambas citas. Él mismo ha colocado el acento. Los amagos de dimisión nunca son gratuitos.