Una encuesta realizada entre un grupo de científicas especializadas en el cambio climático, revela que dos de cada diez han renunciado voluntariamente a tener hijos o han tenido menos de los proyectados por culpa del deterioro del planeta. Tienen entre 40 y 60 años, son de culturas diferentes y tomaron la decisión en su juventud. La alemana Lisa Shipper, con un hijo, teme ahora por su futuro. “Hace 13 años, cuando tomé la decisión de tenerlo, pensaba que la situación se podía estabilizar. Hoy no pienso igual” confiesa a The Guardian.

No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a esta clase de temores. En los años 50 el terror nuclear prendió en la sociedad occidental después de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Pero la natalidad no se hundió.

El temor al futuro del planeta es la expresión más extrema del rechazo a la reproducción en un período de la historia lleno de hechos singulares: de la crisis financiera en el 2008, a la pandemia de covid o las guerras de Ucrania o Gaza. La consecuencia de estos acontecimientos es la incertidumbre, que crea una mentalidad defensiva que induce a aplazar al futuro decisiones importantes.

Salvo en casos excepcionales (el de los palestinos de Gaza), la caída de la fecundidad afecta hoy a toda clase de sociedades y culturas. El fenómeno empezó con la llamada transición demográfica. Tener hijos pasó de ser una reacción defensiva de las familias pobres a un lujo de las familias más acomodadas. El cálculo económico (tener un hijo es caro e hipoteca el futuro profesional) se hizo determinante en las decisiones.

Sin embargo, cuando los países nórdicos (más avanzados) han introducido políticas de apoyo a la natalidad, estas no han revertido la caída de la fecundidad. La causa no es solo económica. También es cultural. Si antes el objetivo era conseguir que ellas tuvieran más hijos, ahora es simplemente que los tengan.

Cuando se les pregunta hoy a las más jóvenes por qué no tienen hijos, entre las respuestas, la más sorprendente es que no hay parejas para formar una familia, sobre todo en los estratos más bajos. El argumento es coherente con el número de hombres que no tienen hijos (el 40% de los que hoy tienen 45 años en Finlandia). No creen en la paternidad. Y ya no ven el mundo como lo ven ellas.

la película de Cuaron, Hijos de los hombres, ya anticipaba este mundo que nos describe Ramón Aymerich en la vanguardia, un  mundo cada vez mas cercano y menos distópico. Aunque la causa entre Cuaron y Americh, no sea coincidente, el resultado final és el mismo.