DE TÍMIDOS O INTROVERTIDOS

Bob Dylan tiene fama de antipático, de tímido. Pero quizá Dylan no sea tímido, sino introvertido. Lo cual está penalizado. Hasta el punto de que, si no te relacionas con los demás igual que los demás, te ponen la etiqueta de borde, antipático, antisocial, o interpretan que tienes un trastorno del espectro autista. La cuestión es: ¿y si fuera la sociedad la que es demasiado extrovertida? ¿Y si es que ha llegado a un histrionismo insoportable? Sobre todo desde la necesidad incesante de llamar la atención en redes. Aquellos quince minutos de fama que vaticinaba Warhol para todo el mundo han acabado siendo una exigencia permanente. La habitación propia de la intimidad se ha convertido en un plató donde exhibir las emociones sin descanso. Como resultado, el introvertido es quien tiene que dar explicaciones. Si los eventos te aburren, si te inquietan las muestras de afecto en público o que puedan reconocerte por la calle, si odias las selfis y recelas de quienes no paran de publicar sus éxitos o su amor o su proceso creativo, si no te gusta lo que gusta a tanta gente, el raro eres tú. El problema es que cada vez hay más situaciones que supuestamente tienen que atraerte y a las que cuesta negarse para no quedar mal. La más habitual está relacionada con la promoción. Aceptas dar una conferencia o participar en un club de lectura, colaboras en una nueva sección, presentas un libro. Aquí hay un fragmento del Manual del perfecto escritor mediocre que resumen la situación a la perfección. 

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