Del blog de Don Gregorio Luri he sacado este comentario sobre la justicia que me parece muy interesante. (Algún día tendré que preguntarme porque le antepongo siempre el Don)

"Como todo el mundo sabe hay dos clases de justicia: la que nos gusta y la que no nos gusta. Evidentemente, sólo la primera es justa. Por lo tanto:

1. Las leyes que no sirven para sostener nuestros prejuicios, son malas leyes y los que las defienden es porque tienen muy aviesas intenciones
.
2. Las suspicacias del noble acusador tienen siempre más valor que las excusas del infame acusado, siendo el noble acusador todo aquel que acusa de acuerdo con mis prejuicios.

3. El noble acusador que no es capaz de demostrar la culpabilidad del acusado más allá de cualquier duda razonable tiene, por ello mismo, razón.

Nota: Aquí los colores políticos son irrelevantes."

. . . y es que sucede que creemos en la justicia cuando converge con nuestros intereses y nos cuesta entender y aceptar decisiones como la que sin mencionar se refiere el Sr.Luri. De todos modos tengo que confesar que nunca he creído en los jurados populares, sería incapaz de serlo si me tocaba. Si los jueces profesionales ya dan mucho que hablar con su peculiar manera de impartir justicia en muchos casos, el jurado popular, a mi entender es demasiado influenciable y poco parcial, por más quieran serlo. Y es que, de hecho, no hay nadie que esté realmente capacitado para juzgar objetivamente lo ajeno, ni siquiera los jueces, tal vez estos los que menos ..... Curioso, estoy juzgando a los jueces y los jurados populares mientras acabo de decir que nadie puede juzgar a nadie. Ya decía Cioran que el hombre es un animal contradictorio.

Pues nada, que dicen que Paco, agradeció el apoyo a "la España limpia, positiva, grande y ilusionada" que siempre ha tenido "confianza absoluta" en él durante los tres años en que ha estado inmerso en el proceso judicial de la causa de los trajes, y que ha conseguido vencer el "sistema brutal" causante del "calvario" por el que ha pasado. Y hablan mal de Maquiavelo, un santo varón.