DE LA REDUCCIÓN DE LA JORNADA LABIORAL

El Congreso ha tumbado la reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas a la semana, una ley que ya llegaba con retraso, puesto que debía haber empezado a surtir efecto en 2024, con una primera reducción a 38 horas.  Las mujeres, los trabajadores del sector servicios y también de la industria y los empleados con peores salarios son los más perjudicados por la no aprobación de la norma, que también contemplaba "la medida estrella de la reducción de la jornada laboral: el control horario, en un país que hace una barbaridad de horas sin retribuir. Más de tres millones de horas extraordinarias a la semana", ha explicado en no pocas ocasiones vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, adalid y principal valedora de la medida. Sin embargo, los presidentes de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, y de la organización de autónomos ATA, Lorenzo Amor, no lo ven claro y consideran que no es cierto lo que repite como un mantra Díaz: que servirá para "aumentar la productividad y va a reducir el absentismo".  
Curiosamente, España es de los países en que más se trabaja, aunque se encuentra por debajo de la media de los 38 estados de la OCDE, con 1.634 horas al año, frente a las 1.740 de media de la organización, según el informe publicado por la OCDE con datos del 2024. En España se trabaja más que en otros países europeos como Alemania, Suecia, Francia o Reino Unido. 
El país del mundo donde menos horas se trabaja es Alemania, con una media de 1.331 horas al año por trabajador, seguido de otros dos países europeos, Dinamarca (1.379 h/a) y Noruega (1.407 h/a). España se sitúa con 137 horas más de media por trabajador que Francia (1.491 h/a) y 41 más que Bélgica (1.593 h/a).  
Otra cuestión sería el rendimiento que cada país obtiene de sus trabajadores, donde parece que España está en la cola, al menos en Europa. 

UNA FIESTA TRANSVERSAL

La Diada no es lo que fue, pero se acerca a lo que estaría bien que fuera: una fiesta transversal, donde quepan todas las maneras de entender Catalunya. Los socialistas han querido que esta sea una fecha­ de marcado carácter institucional, lo que se entiende, pues las instituciones catalanas necesitan recuperar músculo. Los independentistas han intentado visualizar que siguen vivos, aunque son conscientes de que no pasan por su mejor momento. Paola Lo Cascio, doctora en Historia por la UB, lo resumía así en el Ara : “La política en Catalunya ha cogido más el tono de la gestión que de la reivindicación”.

Es evidente que la Diada del 2025 se ha celebrado en un contexto internacional realmente incierto, que invita a tener los pies en el suelo y descartar las aventuras. Europa intenta encontrar su lugar en la historia, despreciada por Trump, que poco menos que la ha abandonado a su suerte –además de imponerle aranceles abusivos– y amenazada por Vladímir Putin, que no solo le hace un pulso a través de Ucrania, sino que se permite incluso la provocación de que sus drones sobrevuelen el cielo de Polonia. Todo ello en un continente donde crece la extrema derecha como si la gente desconociera adónde nos ha llevado en el pasado su receta basada en la exclusión y el odio.

De hecho, se ha producido un declive natural de manifestantes una vez los independentistas emocionales, que crecieron del 20 al 49%, gracias a M.Rajoy, igual que el expresidente, se han retirado a otros menesteres alejados de la política, ahuyentados por el fiasco de la fallida declaración de independencia de Schrödinger de los chicos Puigdemont.

Por ello no es de extrañar que este Onze de Setembre hubiera más gente de puente que en las calles, como tampoco lo es que Illa intente ocupar la centralidad del país, que el soberanismo ha abandonado sin acabar de recuperarlo. Solo hace falta que el president consiga esos “recursos que nos corresponden” a los catalanes, a los que se refirió en su discurso institucional. No será fácil, el anticatalanismo sigue vivo en esta España que se escora  cada vez más la derecha.

Y en todo este asunto, ¿qué dice España? Nada, saben de viejo que somos inofensivos, que como un perro nos quedamos quietos al ladrar, pero no mordemos y que en esta cuestión, como en otras, solo nos quedamos con el elegante e impúdico hecho del gesto, en un eterno coitus interruptus. Hay un viejo chiste de Woody Allen en Annie Hall que sería el imaginario de cómo nos contempla España: "Doctor, mi hermano está loco, se cree que es una gallina ...Y por qué que no le ingresa en un manicomio? - Le pregunta este. -Verá, dice Allen .... es que necesito los huevos. "

Hay que tener presente que el PIB que aporta el País Vasco a España es del 5% y el catalán del 19%, superado solo por la Comunidad de Madrid que aporta el 21%, aunque hay que reconocer y aceptar que tanto el País Vasco como la Comunidad de Madrid han conseguido ya su independencia, sin tanto ruido ni alharacas. 
No hay más preguntas, señoría.

CRÓNICA DE UN ROBO A ESCASOS DOS METROS

Este verano, después de reunirse con un grupo de comerciantes del barrio de Sant Antoni para abordar, entre otras cuestiones, el tema de la inseguridad, el líder municipal del PP en Barcelona, ​​Daniel Sirera, vio cómo le habían forzado la guantera de la moto y le habían robado las gafas que guardaba. Robo que pronto denunció vía redes sociales: "Nadie se entrega...". Ayer, apenas un mes después de ese suceso, Sirera sufrió otro hurto. En este caso, precisamente mientras grababa un vídeo para denunciar la inseguridad en la plaza Sant Miquel, junto al Ayuntamiento. Mientras inmortalizaba su mensaje para condenar la ineficacia socialista en la lucha contra la delincuencia, alguien se llevó a su gabardina, con las llaves de la moto en el bolsillo. Sirera le había dejado un minuto sobre el retrovisor de un coche. Más madera para las denuncias del edil barcelonés: "¡Dos robos en solo dos meses! En la Barcelona de Collboni robar sale gratis. Urge una ley de multirreincidencia que acabe con la desidia y degradación a la que nos han condenado los socialistas". "La culpa es de Perro Sánchez" "Demisión".  Como decía Patrocinio: "Hay tontos que tontos nacen y hay tontos que tontos son y hay tontos que vuelven tontos a los que tontos no son". ¡Chinpón!.  No debería quejarse el Sr.Sirera ante estas minucias robos y si deberían hacerlo los ciudadanos de buena fe de Cataluña a los que les robaron hace ocho años, una Nación entera varios caga bandurrias independentistas. 
Cómo comparar el robo de una simple gabardina con el de toda una nación.  A menos que la gabardina fuera la del Inspector Clouseau. 

Última hora - Unas 41.000 personas se han manifestado en Barcelona, ​​Girona y Tortosa a pesar de la amenaza de lluvia y con la defensa de la lengua como uno de los ejes centrales. la vanguardia.com

ÚLTIMAS PALABRAS DE SALVADOR ALLENDE

Mientras se desarrollaba el golpe militar, el presidente se dirigió a los chilenos por radio desde el Palacio de la Moneda. Sabiendo que su propia muerte estaba próxima, quiso dejar un mensaje de esperanza. La mañana del 11 de septiembre de 1973 se inició la sublevación militar contra el Gobierno de Unidad Popular en Chile. El presidente Salvador Allende emitió una serie de mensajes por radio en los que anunció que no se rendiría ni abandonaría el Palacio de la Moneda. Sabiendo que su muerte estaba próxima, animó a los trabajadores chilenos a no perder la esperanza con un discurso hoy célebre: “Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. En torno a las diez y media, comenzó el asalto al palacio presidencial con tanques e infantería. A mediodía fue bombardeado desde el aire.  Aunque la versión oficial de la Junta Militar de que se había tratado de un suicidio fue descartada inicialmente por los allendistas, en 2014 la Corte Suprema de Chile determinó que Allende se habría suicidado. De esta manera, oficialmente la causa de muerte del expresidente socialista fue suicidio. Su negativa a aceptar una oferta de un paso seguro —es decir, exilio facilitado para él y su familia, opción que sí aceptó el socialista Carlos Altamirano Orrego—, implicaba que tenía la intención de luchar hasta el final. Poco después, Allende fue encontrado muerto en La Moneda. En 1971, Allende había expresado «Yo cumpliré mi mandato. Tendrán que acribillarme a balazos para que deje de actuar...»

Radio Corporación - 7:55 A.M. - Les habla el presidente de la República desde el Palacio de La Moneda. Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo cual significa un levantamiento en contra del gobierno, del gobierno legítimamente constituido, del gobierno que está amparado por la ley y la voluntad de los ciudadanos. 

En estas circunstancias, llamo, sobre todo, a los trabajadores. Que ocupen sus sitios de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan la calma y serenidad. Hasta este momento en Santiago no se ha producido ningún movimiento extraordinario de tropas y, según me ha informado el jefe de la Guarnición, Santiago estaría acuartelado y normal. En todo caso yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo el Gobierno que represento por voluntad del pueblo.

Lo que deseo, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes y que eviten provocaciones. Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva, de los soldados de la patria, que han jurado defender el régimen establecido que es la expresión de la voluntad ciudadana, y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y lo prestigia: el profesionalismo de las Fuerzas Armadas. En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo y los trabajadores, fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en sus sitios de trabajo, escuchando el llamado que pueda hacerle y las instrucciones que les dé el compañero presidente de la República.

8:15 A.M. - Trabajadores de Chile: Les habla el Presidente de la República. Las noticias que tenemos hasta estos instantes nos revelan la existencia de una insurrección de la Marina en la provincia de Valparaíso. He ordenado que las tropas del ejército se dirijan a Valparaíso para sofocar este intento golpista. Deben esperar las instrucciones que emanan de la Presidencia. Tengan la seguridad de que el presidente permanecerá en el Palacio de La Moneda defendiendo el gobierno de los trabajadores. Tengan la certeza que haré respetar la voluntad del pueblo que me entregara el mando de la nación hasta el 4 de noviembre de 1976.

Deben permanecer atentos en sus sitios de trabajo a la espera de mis informaciones. Las fuerzas leales respetando el juramento hecho a las autoridades, junto a los trabajadores organizados, aplastarán el golpe fascista que amenaza a la patria.

8:45 A.M. - Compañeros que me escuchan: La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de Estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas. En esta hora aciaga quiero recordarles algunas de mis palabras dichas el año 1971, se las digo con calma, con absoluta tranquilidad, yo no tengo pasta de apóstol ni de mesías. No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada. Yo tenía contabilizada esta posibilidad, no la ofrezco ni la facilito. El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse. Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida.

Radio Magallanes 9:03 A.M. - En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas. En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.

Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra... roto la doctrina de las Fuerzas Armadas. El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.

9:10 A.M. - Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción y serán ellas el castigo moral para quienes han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, también se ha autodenominado Director General de Carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡no voy a renunciar!

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregaramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que aceptaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista le da a unos pocos.

Me dirijo a la juventud, aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las líneas férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de pro[inaudible].

Estaban comprometidos. La historia los juzgará. Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal [inaudible] los trabajadores. 

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición...

Transcripción obtenida de marxists.org, por ctxt.es

EL ÚLTIMO GOLPE DEL JUEZ HURTADO CONTRA EL FISCAL GENERAL

La fianza impuesta al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, es de 150.000 euros: más que la indemnización que recibió la víctima de La Manada, más que la fianza exigida al exministro Fernández Díaz por el caso Kitchen, más que las indemnizaciones que pagaron comisarios como Pino o Villarejo - Ignacio Escolar en el diario.es

El Tribunal Supremo fijó una indemnización de 100.000 euros para la víctima de la violación múltiple de La Manada. Para el fiscal general del Estado, la fianza será de 150.000. Es un dinero que Álvaro García Ortiz tendrá que avalar antes de que pasen cinco días, entregarlo en el juzgado y que quedará allí bloqueado. Si el Supremo le declara inocente, lo recuperará. Pero en el caso de que lo condenen, ese dinero servirá para indemnizar a esa supuesta víctima –y también defraudador confeso– que se llama Alberto González Amador. 150.000 euros de fianza para un caso de revelación de secretos. 

Si Álvaro García Ortiz no consigue el dinero o un aval bancario que lo garantice, “se procederá al embargo de sus bienes en cuantía suficiente para cubrir tal cantidad”. Todo esto antes siquiera de que se celebre el juicio. Esta altísima fianza es una decisión del juez Ángel Hurtado, la última de su instrucción contra el fiscal general. Este martes, Hurtado dictó el auto de apertura de juicio oral; el último paso para sentar a García Ortiz en el banquillo. Es ahí donde se fija esta astronómica cantidad.

Es una barbaridad. Para empezar, porque Hurtado argumenta esa cifra explicando que, a la indemnización de González Amador –que es lo que se debe fijar en la fianza–, habrá que sumar las “otras responsabilidades pecuniarias”, incluyendo la hipotética multa para el fiscal general si es condenado. Este criterio es inconstitucional: una sentencia de 2023 del Tribunal Constitucional estableció que contar con la posible sanción en la fianza vulnera la presunción de inocencia. Es bastante obvia la razón: se le obliga a pagar por adelantado. Porque una cosa es garantizar el pago de la responsabilidad civil –es decir, la eventual indemnización– y otra adelantar el pago de la multa. Y eso es exactamente lo que ha hecho Hurtado.

Pero la cifra no solo es disparatada por esta cuestión. Basta con comparar con otros casos, mucho más graves. No solo con la indemnización que recibió la víctima de una violación múltiple. El Tribunal Supremo ratificó hace pocos meses la condena al comisario Eugenio Pino por revelación de secretos, exactamente el mismo delito del que acusan al fiscal general. Este comisario, el jefe de la brigada política del PP, adulteró una investigación judicial con información ilegal.

¿La indemnización que fijó el Tribunal Supremo para la víctima? Solo 2.000 euros. Todo se entiende mejor cuando se explica quién era esa víctima: Jordi Pujol Ferrusola, el hijo del expresident de la Generalitat. 

Además de esa ridícula cantidad, Eugenio Pino fue sentenciado a pagar otros 7.200 euros de multa. También fue condenado a un año de cárcel –una pena mínima que no supondrá su ingreso en prisión–. Si el fiscal general es condenado, además de la indemnización económica, también se juega una pena de entre cuatro y seis años de prisión. 

Algo parecido ocurrió en las condenas al comisario Villarejo por los casos Iron, Land y Pintor, relacionados con varios episodios de espionaje. Villarejo cometió numerosos delitos, entre ellos revelación de secretos, y le han caído 19 años de prisión. Pero la indemnización para las cinco víctimas fue irrisoria: solo 5.000 euros para cada una –25.000 euros en total– a pagar entre nueve condenados.

Ni siquiera Jorge Fernández Díaz, exministro del Interior, se ha enfrentado a una fianza tan severa. Le piden 15 años de prisión por cuatro delitos —encubrimiento, malversación y otros dos contra la intimidad—. En su caso, la responsabilidad civil que puede tener que pagar es muy elevada, por el dinero público que se malgastó. ¿Su fianza? 120.000 euros, 30.000 menos que el fiscal general.

Según el baremo económico del Supremo, la supuesta filtración de un correo por parte de Álvaro García Ortiz para desmentir un bulo parece más grave que el caso kitchen: utilizar los fondos reservados para espiar a Luis Bárcenas y destruir pruebas de la corrupción del PP. 150.000 euros de fianza. Es la guinda de un proceso penal que algún día debería avergonzar a la Justicia española. 

En circunstancias normales, García Ortiz se debería apartar. Pero es que estas circunstancias no lo son.

La instrucción del juez Hurtado ha tratado esta investigación como si, en vez del fiscal general, se tratase de un presunto narcotraficante. El registro de su despacho fue absolutamente desproporcionado y tampoco aportó ningún dato relevante. Los saltos al vacío en sus autos han sido clamorosos, como esa acusación al Gobierno de estar detrás de la filtración, una afirmación tan insostenible que sus propios compañeros del Supremo le obligaron a retirar.

Después, Hurtado ha decidido ignorar las numerosas pruebas y evidencias que demuestran que ese secreto supuestamente revelado por el fiscal general circulaba por varias redacciones de Madrid días antes de que García Ortiz accediera a esa información. La investigación judicial ha acreditado, sin lugar a ninguna duda, cuál es la hora y el día exacto en el que el fiscal general accedió a esa documentación. Y es posterior. 

Hurtado también ha despreciado el testimonio de media docena de periodistas, de distintos medios, cuyas declaraciones desmienten que el fiscal general protagonizara esa filtración. Andrés Palomo –un juez conservador, pero que no ha querido participar en esta persecución– lo resume muy bien en su voto particular contrario a abrir juicio contra el fiscal general: “El correo había sido filtrado antes de que ese correo llegara a poder y conocimiento del investigado”. Hay una “escasez, debilidad e insuficiencia en los indicios de la filtración”.

El Fiscal General debe resistir por varias razones: Primero, porque el fiscal general del Estado no está sometido a la misma regulación que el resto de los fiscales. Y es lógico que sea así. El Gobierno es quien propone su nombramiento, pero después no le puede destituir. Esto es así para preservar su independencia. Si sentarlo en el banquillo –que no condenarlo– sirve para que tenga que dejar el cargo, se daría al Supremo una potestad que no figura en ninguna ley.

Segundo, porque el problema de autoridad de este fiscal general no va a cambiar si García Ortiz dimite y llega otro en su lugar. La derecha judicial ha presionado a la Fiscalía desde el mismo momento en que Mariano Rajoy fue desalojado de La Moncloa. Era la única institución importante de la Justicia que no estaba dominada por los conservadores –hoy ocurre lo mismo, por idénticos motivos, con el Tribunal Constitucional–. 

Que la derecha se cobre la cabeza del fiscal general no va a servir para que su sucesor tenga más autoridad. Más bien al contrario. 

Los fiscales generales nombrados por este Gobierno se dividen en dos: aquellos que se plegaron al poder de la derecha y no hicieron casi nada –fue el caso de María José Segarra– y quienes intentaron cambiar las cosas y fueron tratados a cañonazos desde el primer día –Dolores Delgado y Álvaro García Ortiz–. 

Tercero, porque ceder ante esta cacería sienta un precedente muy peligroso para cualquier otro fiscal general. Que García Ortiz dimita no fortalece esta institución: la debilita.

Como argumentaba José Precedo en este otro artículo: “Si un grupo mafioso o cualquier otra organización criminal urde un plan para apartar al fiscal general a través de denuncias coordinadas hasta lograr su imputación, ¿sería defendible que el máximo representante de la Fiscalía renunciase también?”

Y hay un cuarto argumento. Para mí es el principal. Al igual que otros periodistas, yo sé con certeza cómo se filtró esa información. elDiario.es fue uno de los medios que la publicó y quien desveló la exclusiva del fraude fiscal de González Amador. Nunca diré ningún nombre. No solo porque proteger a mis fuentes sea mi obligación como periodista. También porque no serviría para exculpar al fiscal general –el Supremo ha ignorado todo lo que los periodistas hemos declarado, y si diéramos otro nombre sería igual–.

Sé quién fue la fuente. Sé también que Álvaro García Ortiz no fue. Y jamás pediré la dimisión de alguien que me consta que es inocente. Entiendo que haya quien no me crea y también quien legítimamente defienda que no puede seguir. Pero con la información que yo tengo de primera mano, pedir la dimisión del fiscal general por un delito que sé que no ha cometido sería un acto de pura hipocresía. Y no lo voy a hacer.

Como escribió Émile Zola, en su famoso “yo acuso”, defender a un inocente no es una opción. Es una obligación. 

“Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro del inocente que expía a lo lejos cruelmente torturado, un crimen que no ha cometido”.

CUANDO MÁS GENTE SE MUERE, MÁS GANAS DE VIVIR TENGO

A veces a uno le entran ganas de morirse. No por nada. No por inclinación depresiva al suicidio, ni por desenganche de un mundo en harapos, ni por disgusto de la luz del sol o de las aceitunas verdes. Ni siquiera por impotencia para cambiar las cosas. A veces a uno le entran ganas de morirse por pura rebeldía frente a los multimillonarios y ultrapoderosos que, mientras desgastan el suelo que pisamos, sueñan con su propia inmortalidad. Pienso en los libertarianos y transhumanistas de Silicon Valley, esos que conforman una parte de la corte de Donald Trump. Elon Musk es uno de ellos. Otro es Peter Thiel, plutócrata filósofo, fundador de Palantir, que declara “erigirse contra la ideología de la inevitabilidad de la muerte individual” y que ha dejado instrucciones para ser criogenizado, que se trata con hormonas del crecimiento y recurre a la parabiosis, una técnica regenerativa basada en la transfusión de sangre joven. O está el multimillonario Bryan Johnson, que gasta dos millones de euros al año en mágicos tratamientos palingenésicos, entre los cuales se incluye el intercambio de plasma sanguíneo con su hijo. O está la empresaria Elizabeth Parrish, que se inyecta sustancias para los telómeros solo probadas en ratones; o Kenneth Scott, potentado de avanzada edad, que recurre desesperadamente a toda clase de sustancias alquímicas, según narra en el documental Longevity Hackers. No es una cosa solo de yanquis. 
Hace unos días sorprendíamos una conversación en la que el chino Xi Jinping y el ruso Vladímir Putin, ensoberbecidos ante el despliegue del nuevo poder de Pekín, jugueteaban con la idea de “vivir 150 años” e incluso de alcanzar la “inmortalidad” gracias a trasplantes sucesivos y biotécnicas avanzadas. La tecnología ha sustituido a la alquimia y la magia medievales como fuentes taumatúrgicas de las utopías destructivas de los ricos y los poderosos. Gilles de Rais y Elizabeth Bathory, famosos asesinos en serie de los siglos XV y XVI, confiaban en la sangre de niño para saciar su hambre de oro y de eterna juventud; los dueños del mundo confían hoy en transfusiones y trasplantes para sus fantasías de poder sin límites.

Creo que hay una evidente relación entre los deseos de inmortalidad y el descrédito de la democracia, cuyo fundamento es justamente la asunción de los límites: poderes limitados, conflictos reglados, reconocimiento de la libertad del otro como matriz de la propia libertad. Esta idea de la inmortalidad, antes volcada en la Historia y la posteridad, hoy se deposita en la tecnología, verdadera ideología dominante de la época (que es siempre la de las clases dominantes, como bien sabía Marx). 

Los pobres quieren llegar a vivir algún día, los ricos quieren vivir para siempre. ¿Y las clases medias? El capitalismo nos prometió la inmortalidad y nos ha dado vejeces muy largas, a menudo trabajosas, minadas por el alzhéimer y la demencia y confinadas en cuartos oscuros, al margen de la sociedad. La inteligencia artificial nos ofrece ya, es verdad, la posibilidad de seguir hablando con nuestros muertos a través de aplicaciones que recogen la huella digital de los seres humanos y la vivifican, interactiva y coherente, tras el fallecimiento: podemos preguntarle a nuestra madre, por ejemplo, qué le ha parecido su propio funeral. Ahora bien, si es posible digitalizar a los muertos, no se puede, en cambio, digitalizar la vejez, que es el último refugio del cuerpo, residual ya como resistencia y como molestia. Es contra eso contra lo que se sublevan los ricos y poderosos que luchan de manera simultánea contra el tiempo y contra la democracia. No quieren una vejez eterna, como el pobre Titono, amante mortal de la diosa Eos, engañado por Zeus. Quieren comer, saltar, follar, gastar, mandar eternamente.

El último libro que ha escrito la gran Maruja Torres tiene un título hilarante y provocativo: Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo. A mí me pasa lo contrario: cuanta más gente quiere ser inmortal, más ganas tengo de morirme. Me acuerdo mucho últimamente de ese cuento tradicional chino en el que el viejo de la montaña salva tres veces de la ruina a Du a cambio de que se preste a servir a un plan secreto. No importa lo que vea, lo que oiga, lo que sienta, Du es conminado a guardar silencio y así lo hace hasta que, tras soportar mil torturas y suplicios, los demonios le infligen el peor castigo imaginable (dice el relato): lo matan y lo resucitan de nuevo, ahora en el cuerpo de una mujer. Es esta mujer la que finalmente hace fracasar la ambición del todopoderoso anciano, pues ocurre que Du, silenciosa, sí, durante años y años, acaba por sucumbir. Un día, en efecto, su marido le arranca el hijo que acuna entre los brazos y, para obligarla a hablar, lo arroja contra el suelo. El lastimero, horrorizado “ay” de la mujer rompe el hechizo, de manera que Du se encuentra de nuevo en la torre de la montaña, frente al viejo furibundo, quien le reprocha haber malogrado, en el último momento, la fórmula de la inmortalidad en la que llevaba trabajando tanto tiempo: “la alegría y el enfado, la tristeza, el miedo, el dolor, el odio, la concupiscencia, todo lo has superado; pero no has podido escapar a la fuerza del amor”.

Imagino que todas las generaciones, al menos desde la Revolución Francesa, han creído que en el curso de su vida se decidía el destino de la humanidad. Ahora bien, me parece que hoy tenemos razones fundadas para concebir nuestra época como una encrucijada civilizacional. No se trata de elegir qué modelo político queremos, como fue el caso, en el siglo XX, de la batalla ideológica entre socialismo y capitalismo. Hoy se trata de decidir qué humanidad queremos. Es la elección, digamos, entre la tierra y el aire, entre la política y la IA, entre el humanismo y el transhumanismo, entre el amor y la inmortalidad. La tierra, la política, el humanismo y el amor no han sido nunca soluciones: son sencillamente la condición chapucera, disputada también por los conservadores trumpistas, de una batalla por la perfectibilidad milimétrica de la vida humana. Los ricos y poderosos no se conforman ya con ostentar el poder en la sombra, limitando desde despachos opacos la soberanía popular cristalizada en las instituciones. Ahora tienen un proyecto de transformación radical del mundo (son oligarcas, legisladores e intelectuales) y poseen además los medios para llevarlo a cabo. La paradoja —o no— es que ese proyecto de inmortalidad individual fragiliza las condiciones de supervivencia colectivas, cuya existencia no puede darse ya por sentada. O no. 

La apuesta de los ricos por el aire es sin duda una fantasía, pero no una utopía. En la letra pequeña de los contratos de Starlink, empresa propiedad de Elon Musk, se especifica que los eventuales litigios legales se dirimirán, si se producen en la Tierra, con arreglo a las correspondientes legislaciones nacionales; si se producen en Marte o camino de Marte, “las partes reconocen a Marte como un planeta libre y acuerdan que ningún gobierno terrestre tiene autoridad o soberanía sobre las actividades marcianas”. De algún modo vivimos ya en Marte, o camino de Marte, donde ningún “gobierno terrestre” es capaz de poner límites a la libertad de los ricos y poderosos, cuyas acucias de inmortalidad se revelan inseparables de genocidios, invasiones imperiales y bombardeos aéreos; se revelan, es decir, como la muerte del derecho y la ética terrestres. Reivindicamos una vida digna y razonablemente larga. Y reivindicamos una muerte antigua, pacífica y negociada, en la que quepan un poco de dolor y un poco de amor. Y una aceituna verde. Santiago Alba Rico en el País.

"El peor castigo sería vivir eternamente" reflexionaba Saramago que valoraba mucho el humor y así contaba, por ejemplo, cómo quiebran las compañías de pompas fúnebres y las aseguradoras o los malos momentos por los que atraviesa la Iglesia católica, que basa su doctrina en garantizar la vida eterna tras la muerte.  

"No entiendo cómo se puede creer en Dios si estamos en una galaxia en la que el sol es una de las 200.000 millones de estrellas que existen", explicó con un atroz sentido de la realidad. También hay espacio para reflexionar sobre la vejez en una sociedad en la que "se considera un estorbo a los ancianos",. "Hay mucho indignidad en todo esto", comentaba el autor portugués.

TRUMP Y PUTIN SON MAQUIAVÉLICOS; MAQUIAVELO, NO

Siempre se piensa en 'El príncipe' como un vehículo del filósofo italiano a favor de los reyes. Pero ¿y si en realidad fue un defensor de las democracias? - Francisco Martínez Hoyos.

Aunque Nicolás Maquiavelo nunca escribió que el fin justifica los medios, ese principio impregna, o al menos eso parece, El príncipe. De ahí que el pensador florentino haya pasado a la historia como sinónimo de inmoralidad. Todo valdría, incluso el crimen, en aras de la razón de Estado. Un príncipe que aspire a conservar su poder no debe ser siempre benévolo, sino utilizar la crueldad cada vez que le sea necesario. Como no siempre es posible ser temido y amado, lo aconsejable sería inspirar temor.

Maquiavelo se basa en el realismo político. Un gobernante que prioriza lo que debería hacerse a lo que normalmente se hace está labrando su propia ruina. El estadista no puede ser bondadoso cuando se mueve entre gentes que no lo son. De ahí que sólo tenga que mantener su palabra mientras le convenga. Si necesita ser despiadado, el pulso no debe temblarle. Es más, esto, en la práctica, sería incluso benéfico. Los políticos indulgentes sólo conseguirían que las rebeliones se multiplicaran. En cambio, la mano dura de un César Borgia serviría para mantener la paz y, de esta forma, economizar vidas.

Maquiavelo pone también el ejemplo de Aníbal, capaz de imponer la disciplina en su ejército con métodos implacables. Esto le habría convertido en un triunfador. Los historiadores serían unos inconscientes al elogiar las hazañas del cartaginés y, al mismo tiempo, censurar el comportamiento que las hizo posibles.

¿Qué es lo que pretendía el responsable de este tipo de consejos tan descarnados? Para unos, adular a los príncipes. No por casualidad, Maquiavelo dedica su obra a un Medici. Para otros, sin embargo, su intención habría sido irónica. Habría pretendido poner en evidencia los vicios de los príncipes bajo la apariencia de un elogio.

La visión que podamos tener del florentino queda muy matizada si, además de leer El príncipe, nos adentramos en otra de sus grandes obras, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Aquí, lejos de hacer un canto a la monarquía y al absolutismo, defiende el gobierno republicano inspirándose en la Roma de la Antigüedad. En los Discursos, Maquiavelo hace una crítica dura de las monarquías. Nos dice, por ejemplo, que el paso de las electivas a las hereditarias resultó desastroso porque los reyes dejaron de tener un estímulo para realizar bien su trabajo. En lugar de estar a la altura de las circunstancias, ahora no tenían más interés que entregarse al lujo, la lujuria o cualquier otro vicio.

Para demostrar esta tesis, nuestro autor echa mano de la historia romana y llega a la conclusión de que todos los emperadores que accedieron al trono por derecho de sucesión, con la excepción de Tito, resultaron nocivos. Sin embargo, los buenos gobernantes que tuvo el Imperio entre Nerva y Marco Aurelio no recibieron su poder de sus genes, sino al ser adoptados por el soberano anterior.

El teórico italiano compara las repúblicas aristocráticas, como la antigua Esparta o la Venecia renacentista, con la romana y su apuesta por la confianza en el pueblo. ¿Cuál de estos sistemas funciona mejor? Lo que le importa a Maquiavelo es buscar la manera de que nadie acapare demasiado poder para ejercer la dictadura. Por eso desconfía de la aristocracia. Sus miembros, a su juicio, están predispuestos a imponer su dominio. Los plebeyos, en cambio, solo aspirarían a no ser dominados. Por eso constituirían un dique frente a las pretensiones antidemocráticas de las clases altas. 

A partir de estas premisas, Maquiavelo llega a la conclusión de que son preferibles las repúblicas fundamentadas en la gente común. Ofrecen mayores garantías para la preservación de la libertad. La república sería también más funcional que la monarquía por su mayor capacidad de adaptación a nuevas circunstancias, al poder disponer de líderes de distinto perfil. Esto fue lo que sucedió durante la segunda guerra púnica, cuando la república romana se enfrentó a Aníbal. Cuando necesitó un general prudente que oponer al cartaginés, tuvo a Fabio. Luego, con una situación nueva en la que se requería mayor audacia, Escipión se convirtió en el hombre del momento. Los príncipes, por el contrario, no serían tan idóneos para enfrentarse a los cambios. Se acostumbran a actuar de una forma y después no son capaces de modificar su estilo de gobierno en función de las circunstancias. 

El pensamiento de Maquiavelo es mucho más complejo de lo que suponemos. Podemos interpretarlo como un consejero de tiranos, pero resulta más provechoso y cercano a la realidad valorar su profundo republicanismo. En la actualidad, en que ciertos políticos, como Trump o Putin, imitan solo las invitaciones a actuar sin principios, no está de más recordar a un filósofo tan interesado como nosotros en el buen gobierno. 

¿Queremos conservar nuestras democracias? Maquiavelo nos aconseja que las renovemos cada cierto tiempo, de cara a revitalizar los ideales que las inspiraron. 

De lo contrario, el fracaso nos espera.

IA: NO CULPEMOS A LA HERRAMIENTA

¿Podemos fiarnos de un profesional que usa la IA generativa en su trabajo?. La creciente ubicuidad de las herramientas como ChatGPT en todos los aspectos de la vida cotidiana despierta temores acerca de si puede suponer falta de rigor, un engaño o una vulneración de derechos de creadores y usuarios. La inteligencia artificial generativa es cada vez más accesible para cada vez más personas, que la utilizan para buscar respuestas a las preguntas del día a día. Sin embargo, persisten las dudas sobre la calidad y la precisión de las informaciones que suministra, sobre todo para un uso profesional. La pregunta volvió a plantearse al hilo de la polémica suscitada por el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, que hace un mes dijo usar ChatGPT para obtener una “segunda opinión”. Dos expertos dan su opinión sobre el tema.

La responsabilidad última debe ser de un humano - Ulises Cortés - No podemos fiarnos de un profesional que utiliza una herramienta comercial de IA generativa (GIA) en el trabajo, pero esta censura debe ir acompañada de una reflexión crítica sobre el contexto en que se emplean este tipo de soluciones, bajo qué condiciones se utilizan y a quién puede afectar el resultado si sus recomendaciones pueden impactar en humanos o en el medio ambiente.

Estas herramientas, aunque potentes y versátiles, suelen adolecer de la falta de certificación rigurosa. Muchas de las soluciones comerciales disponibles, como los grandes modelos de lenguaje, han llegado al mercado con rapidez, sin contar con procesos de auditoría homologados ni con mecanismos estándar de verificación de sus resultados exigibles a cualquier producto. Por tanto, confiar a ciegas en los resultados que producen, sin una supervisión o validación humana, sería una imprudencia metodológica, profesional y legal.

La fiabilidad de un profesional debe medirse, en gran medida, por su dominio crítico de las herramientas que utiliza en su trabajo. El hecho de que una persona incorpore una herramienta basada en la IA en su flujo de trabajo no es inherentemente negativo; de hecho, este tipo de herramientas están en uso hace treinta o cuarenta años en entornos controlados y especializados como el diagnóstico médico o los filtros antispam. El uso de herramientas GIA es distinto, pues se asume que son capaces de dar respuestas correctas a cualquier pregunta general realizada por trabajadores menos experimentados en el uso de herramientas complejas. La clave del uso apropiado de estas herramientas reside en que dichos profesionales conozcan las limitaciones, los posibles sesgos y errores, mal llamados alucinaciones, que producen estos modelos. No basta con usar la herramienta: hay que entender cómo y cuándo sus respuestas requieren revisión y, si procede, corrección.

Además, tenemos los elementos ético y legal. La GIA opera a partir de grandes cantidades de datos, casi siempre recopilados sin posibilidad de trazabilidad individual ni garantía de veracidad para cada entrada. Esta opacidad representa un riesgo, tanto por la posibilidad de generar contenido erróneo o engañoso, como por el potencial para infringir derechos de autor, diluir la originalidad o perpetuar sesgos socioculturales presentes en los datos de entrenamiento.

Desde una perspectiva de impacto sobre el trabajo y la creatividad, la GIA puede tener la virtud de potenciar la eficiencia operativa, pero no puede sustituir el juicio crítico, la capacidad de discernimiento ni la creatividad inherente al trabajo humano. Donde las herramientas basadas en la IA representan una oportunidad es en automatizar tareas repetitivas y explorar patrones en grandes volúmenes de información; sin embargo, la evaluación, adaptación y decisión final deben recaer en el profesional humano.

Otra arista relevante es la del control sobre la tecnología. Las grandes plataformas comerciales de IA suelen estar en manos de empresas extranjeras, significando que tanto los datos como la propiedad intelectual vinculada a los resultados pueden escapar a la jurisdicción y los intereses locales o europeos. Es importante que los profesionales sean conscientes de este hecho y, en lo posible, orienten la adopción de estas herramientas hacia entornos auditables, transparentes y alineados con los valores y prioridades de nuestra sociedad.

En conclusión, el número de profesionales capaces de usar herramientas de IA generativa comercial en su trabajo es reducido. Para aumentar este número y la calidad y seguridad es necesaria una capacitación crítica, ética y técnica, y que la herramienta se emplee con responsabilidad, transparencia y sentido de supervisión. La madurez profesional en la adopción de IA no reside en delegar tareas en la máquina, sino en integrarla como una herramienta de ayuda que potencia nuestras capacidades, asegurándonos de que el juicio y la responsabilidad última siguen siendo de un humano. Ulises Cortés es catedrático de Inteligencia Artificial de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).

No culpemos a la herramienta - Cecilia Celeste Danesi - Sentar a una persona en el banquillo de los acusados por reconocer lo que todos hacen resulta, cuanto menos, hipócrita; pero no es la primera vez que sucede. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, ¿no? El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, reconoció que recurre “con bastante frecuencia” a herramientas de inteligencia artificial (IA) para tener una “segunda opinión”, y las críticas no tardaron en llegar. El primer punto a tener en cuenta es la fiabilidad y la robustez de las respuestas que ofrecen los modelos como ChatGPT. En reiteradas ocasiones somos testigos de las absurdas respuestas que nos dan los sistemas de IA. Pero el problema no son los fallos del sistema, sino qué hacemos con esas respuestas y, sobre todo, hasta qué punto podemos apartarnos de ellas.

La psicología y las neurociencias emplean varios conceptos para describir el fenómeno de cómo ciertos estímulos, pruebas o elementos externos condicionan en buena medida nuestra toma de decisiones: el efecto de encuadre (framing effect), los heurísticos y los sesgos cognitivos (cognitive biases/heuristics), el pequeño empujón conductual (nudging), los efectos de activación (priming) y de sugestión o anclaje (anchoring effect) y, sobre todo, el más reciente: la delegación cognitiva (cognitive offloading), que se da cuando confiamos demasiado en herramientas externas como la IA para tomar decisiones en lugar de procesar de manera crítica.

Pero, estos riesgos ¿deberían llevarnos a no utilizar la IA en el ámbito laboral o incluso a prohibirla? No. Sí deberían, en cambio, alertarnos, hacernos más conscientes para “protegernos”, pero sin privarnos de sus beneficios. Para proteger la actividad mental y cerebral de las neurotecnologías nació, de la mano de Rafael Yuste, una nueva generación de derechos humanos: los neuroderechos.

Si un político (o cualquier otro profesional) realiza una acción o toma una decisión dañina, podrá ser demandando y eventualmente condenado a repararlo. El ejemplo típico es el del médico que se apoya en sistemas de IA para hacer un diagnóstico: si el sistema falla, la responsabilidad sigue recayendo en él.

Otro punto de conflicto es la privacidad de los datos y la confidencialidad. Si bien el portavoz de Kristersson aclaró que no se trataba de información reservada, existen formas de consultar a una IA sin exponer información sensible y de manera que se garantice la privacidad.

Nos arriesgamos a decir que cualquier persona conoce la eficiencia en el volumen y la velocidad de acceso a la información de la IA. Ahora bien, la dinámica propia y la de nuestros equipos de trabajo no siempre es clara e integral. La IA podría auxiliarnos y favorecer la eliminación de estos puntos ciegos.

La IA es una realidad en todas las disciplinas y ámbitos. No podemos desconocer sus beneficios y menos aún que es utilizada en ámbitos sumamente sensibles como la medicina, la justicia y las tareas de gobierno. Debemos trabajar para que su uso sea ético, inclusivo y respetuoso con los derechos humanos. El paraguas de la gobernanza ética de la IA es la brújula. Veamos algunas propuestas: Utilizar los sistemas siempre bajo supervisión humana y con auditorias algorítmicas de aquellos que pueden causar grandes daños o se usan en sectores críticos.

Protocolos: en las áreas sumamente críticas se pueden definir normas de uso y capacitación obligatorias para garantizar que los usuarios conozcan sus riesgos, en especial en materia de sesgos algorítmicos. Transparencia y responsabilidad: también es posible exigir a las instituciones públicas que usen la IA que deban declararlo. La responsabilidad siempre recaerá en una persona y no en el sistema.

El caso sueco supone un ejemplo más del elefante en la habitación: mientras algunos temen perder soberanía frente a la tecnología y la demonizan, otros la consideran una aliada. No se trata de estar en un extremo u otro, sino de construir con diálogo social un punto de equilibrio. Cecilia Celeste Danesi es codirectora del máster en Gobernanza Ética de la Inteligencia Artificial de la Universidad Pontificia de Salamanca. 

Opinion El País 

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