Ambos son niños, aunque ganan mucho más dinero que la mayoría de los hombres mayores. Uno de ellos se llama Lionel, el otro Cristiano. El segundo de ellos, Cristiano nunca será el futbolista nùmero 1 del mundo, le sobra la misma soberbia que la humildad que le falta y tiene Lionel, y está más pendiente de las cámaras de la tele que del partido y sus compañeros. Ambos son niños pero mientras Lionel ha crecido como persona Cristiano continúa viviendo en el país de nunca jamás donde permanece atrapado de por vida, quizás porque él no es más que un jugador de cónsola y el otro es un prodigio de la naturaleza, y la naturaleza es la realidad real contra la virtualidad aparente de la cónsola.


Nunca será nada, a pesar de poder y pretender desesperadamente serlo, quizás porque en su interior no han cabido nunca todos los sueños del mundo y se ha perdido en los de la evanescencia ególatra. El otro no pide nada, no espera nada ni pretende ser nada, simplemente deja que su talento fluya con toda la naturalidad del mundo, con la misma sonrisa de pícaro que Don Alfredo. Por eso entre otras cosas Lionel Messi es el número 1 del mundo y por mucho tiempo, y Cristiano Ronaldo nunca más lo será, si es que en verdad lo ha sido alguna vez. Y es una lástima, porque es muy bueno.