Jugar no contamina. Se acabó esta ley. Desde ayer miércoles, el ruido que hacen los niños al jugar ha dejado de ser considerado como contaminación acústica en Tokio, según informa BBC Mundo. La decisión por parte de las autoridades de la capital de introducir medidas que impidieran que el ruido llegara a los 45 decibelios en zonas residenciales hizo que incluso algunas guarderías se vieran obligadas a utilizar aislantes acústicos, impidiendo en muchas ocasiones que los niños salieran a jugar en el patio.
Con esta rectificación, Tokio busca ahora impulsar la construcción de nuevos centros, un sector estancado ante tantas limitaciones. El propio primer ministro japonés, Shinzo Abe, aseguró que esta es una de las medidas para incentivar el mercado laboral e impulsar la economía.
Más que lo que aduce el primer Ministro para justificar la erradicación de esta medida, lo que hace es reparar una norma estúpida, paranoica, me atrevería a afirmar. Los niños necesitan jugar y al hacerlo no contaminan, sino al contrario, si acaso contaminan vida; por el amor de dios, como se pueden dictar leyes tan estúpidas como esta. Como se puede medir la ilusión, el estallido de vida de los niños en decibelios? En qué cabeza cabe esta tontería. Ver jugar a los niños, escuchar su griterío, aquellas risas tan francas, es una regalo para el oído y la vista, la inocencia disfrutando antes de crecer, de hacerse mayores, cuando ya no podrán jugar, ni siquiera a ningún deporte, que aquello ya no es juego, sino otra cosa.
Prohibir jugar a los niños, decir que contaminan acústicamente sólo lo puede hacer alguien que ya no es - obviamente - un niño, y posiblemente no lo fue nunca. Y esto es muy triste, una sociedad que no deja jugar a sus niños libremente, es una sociedad enferma.