La lucha no es –ni debe ser– entre orientales y occidentales; la lucha es entre la intolerancia y la imposición, entre la diversidad y la uniformización, entre el respeto por el otro y el desprecio o la aniquilación. - Jorge Majfud.
Nos informan de que vivimos en un mundo "globalizado", pero los únicos que todavía no se han dado cuenta de su significado son ellos, los responsables de la globalización. Como práctica, la "globalización" es casi tan antigua como el cristianismo. Pero ahora vale por sí sola; es una ideología, con la particularidad histórica que fue precedida por su propia realización. Su interpretación también es particular y siempre contradictoria: integrar significa absorber, conocer significa ignorar, diversidad cultural significa uniformización, informar significa deformar, riqueza significa dinero, etc.
Las fronteras siguen siendo las mismas para los pobres, e incluso se han cerrado aún más que antes; sin embargo, han sido borradas de golpe para dejar pasar a Dinero, portador de nuevas promesas de riqueza en aquellos países pobres que, vaya a saber uno por qué, han visto aumentar su pobreza. Todo por lo que se podría decir, sin temor a equivocarnos, que en nuestro mundo globalizado las fronteras han sido sustituidas por filtros.
La cultura y la educación ya no une; separa. Ambas, han sido sometidas al poder del dinero y le sirven para ordenarlo en castas y acumularlo en depósitos invisibles. A las nuevas universidades ya no les importa la sabiduría, la búsqueda de la verdad, sino un único y monótono objetivo: la creación de entes competentes.
El norte representa todo lo primitivo del hombre: la necesidad desbordada de poder, la acumulación y el consumo. Todos aquellos valores espirituales que surgieron después del mesolítico comienzan a ser dejados de lado. La reparación no está cerca (sólo los evangelistas ven las cosas eternamente cercanas), porque también la histórica rebeldía de la juventud ha sido adoctrinada por la publicidad y el éxito ajeno.
Estamos de acuerdo en que es necesario cambiar. Pero, ¿en qué dirección? ¿En dirección norte? Una cosa debe quedar clara: hay cambios que sólo puede generar una sociedad en su conjunto. Por tanto, no es válido este precepto ideológico resumido en la máxima: "a quien no le guste, es libre de cambiar de canal" Esta frase, tan querida por los profundos filósofos de la farándula, es contradictoria, ya no sólo con la tan mencionada idea de la globalización, sino, sobre todo, con la más primitiva idea de sociedad.
Yo, por lo menos, no estoy en contra del Norte ni de una globalización. Por el contrario, le apoyaría con entusiasmo. Eso sí, siempre que Globalización signifique "diálogo" entre culturas, entre pueblos y entre individuos; un verdadero intercambio de símbolos y de bienes materiales, y no la simple imposición de lenguas, ideologías sociales y económicas, no la imposición de costumbres monoculturales que han llevado a la supresión de decenas de idiomas con sus conocimientos propios del cielo y de la tierra, a la vez que un expoliación de recursos naturales que no sólo atenta contra las comunidades económicamente más débiles, sino contra el planeta entero.
Pero no seamos ingenuos. No olvidemos que el dinero no acepta ningún otro tipo de asociaciones que no sean asociaciones de capitales. Cualquier otra alianza, social o espiritual, será condenada por el Éxito. Recuerden: menos la risa y el sufrimiento todo es una Ilusión Universal: Éxito y Dinero no existen sin el valor que es concedido por aquellos que son perjudicados por el Éxito y por el Dinero. Hay que decir qué, entre la pandemia primero y ahora la invasión de Ucrania, la globalización ha quedado muy tocada, tocada de muerte, me atrevería a afirmar. Adiós al made in China, o esto es lo que debería ser, y bienvenida la economía circular. La economía de antes, de antes de los liberales.
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