El pasado martes, durante el Juicio, Jordi Turul o Turull le dijo al Excelentísimo señor fiscal que "la Generalitat no funciona con papel carbón", Paco no es Excelentísimo, ni señoría, es el Paco y punto. Paco por quienes no estén pegados a la madre y el padre de todos los juicios, es el senyor que se cuida de la informática ofimática y power point de la sala, o sea el informático, el de la pantalla como el Oscar Andreu de TV3. Carmen es la que reparte agua y vigila que nadie use los móviles.
Volviendo al tema, al oír las palabras 'papel carbón' ni los mil·lenials ni los de la ESO debían saber de qué hablaba Jordi Turul o Turull. El concepto papel carbón me devolvió a la juventud, cuando no había ni fotocopiadoras y por supuesto ordenadores. En aquellos tiempos la tarea de los oficinistas requería un cierto dominio de un instrumental que hoy en día se ha convertido en anacrónico sin tener la oportunidad de pasar por la fase intermedia. La cosa funcionaba así: se cogía tres hojas de papel en blanco, y enmedio de los tres o sea del segundo y antes del tercer se ponía el papel carbón. Todo este fajo de papeles se introducía en una máquina de escribir, normalmente una Lexicon 80 de la casa Olivetti.
Una máquina de escribir es como un ordenador pero sin enchufar, entonces una vez introducido el grueso de los papeles en el 'rodillo' de la Olivetti, se escribían palabritas y el papel carbón calcaba el escrito o sea que de una sola vez se conseguían tres textos o cuatro si se ponía más papel carbón y folios. El papel si era de barba, que era más bueno y dificil de usar en una máquina de escribir, era de la casa Justa Gvarro de Barcelona, ​​que de hecho no era Justa ni Gvarra, pero que tenia buena pinta.
El papel carbón era una munición indispensable para disparar desde aquellas máquinas de escribir diseñadas con un rigor de ingeniería acorazada. Hasta que, a finales de los setenta, comenzaron a aparecer unos papeles revolucionarios, que incorporaban su propia copia, con un color azul de origen polvoriento que perduraba menos que la sólida oscuridad original. De modo que, superado el primer deslumbramiento de nuevos ricos, recuperamos el papel carbón, casi siempre de la marca Kores.
Hay que tener en cuenta que las máquinas de escribir fueran de la marca Olivetti o Underwood, nunca se colgaban ni se quedaban sin wifi. Pero la llegada de los primeros ordenadores marcó el fin irreversible del papel, del carbón y la Olivetti, salvo el escritor Espinàs que todavía escribe en una de ellas.
Y ojo al daro, que todavía un día de estos no caiga la nube, pete toda la cosa  esta del internet y tengamos que volver a la Olivetti, el papel y el carbón.