Bueno, ¿No existÍa una muralla entre él y Mildred pensándolo bien?. Literalmente, no sólo un muro, sino tres, en realidad. Y, además, muy caros. Y los tíos, las tías, los primos, las sobrinas, los sobrinos que vivian en aquelles paredes, la farfullante pandilla de simios que no decían nada, nada, y lo decían a voz en grito. Desde el principio Montag se había acostumbrado a llamarles parientes. "¿Como está hoy, tio Louis? ¿Quien? ¿y tía Maude?".En realidad, el recuerdo más significativo que tenia de Mildred era una niñita en un bosque sin árboles  (¡que extraño!), o, más bien, de una niñita perdida en una meseta donde solía haber árboles, sentada en el centro de la "sala de estar". La sala de estar, ¡Que nombre más bien escogido! Llegara cuando llegara, allí estaba Mildred escuchando como las paredes le hablaban.
Nadie escucha ya. No puedo hablar a las paredes porque éstas estan chillándome a mi. No puedo hablar con mi esposa, porque ella escucha a las paredes. Solo quiero alguien que oiga lo que tengo que decir...

Relexiones de Montag
Farenheit 451º
Ray Bradbury.

De momento hay quien ha recogido el testimonio de la escena final de Farenheit 451º de Truffaut. La biblioteca humana.