LA SOCIEDAD DE LA DESCONFIANZA

 


💬 En el año 1996 el etnólogo austríaco Irenäus Eibl-Eibesfeldt, público 'la sociedad de la desconfianza' Una sociedad donde la mayoría de las organizaciones sociales, tienen como propósito principal, maximizar los beneficios, disminuir los problemas y promover la participación de sus miembros, a través de la generación de redes de confianza. Las organizaciones políticas se esmeran y planifican soluciones para los cuatro comunes y recurrentes problemas existentes en la sociedad moderna: delincuencia, salud, empleo y educación; y basan el éxito de sus propuestas en los objetivos alcanzados en estas materias. Pero se entiende que para lograr avances, sean éstos sociales o económicos, los dirigentes requieren de la confianza, compromiso y lealtad de aquéllos para quienes se diseñan y construyen las políticas. Cualquier desacierto se convierte en un cuestionamiento a la capacidad de gobernar. Construir la ecuación confianza, compromiso y lealtad, es imperativo.

Toda sociedad se construye sobre la confianza y se destruye por la desconfianza. Esto es evidente y es aplicable tanto a la familia como al Estado. El que vive en la desconfianza vive a la defensiva; siempre al borde de la violencia, porque ninguna norma, ni autoridad, le dan seguridad. Además, sus parámetros éticos comienzan a desdibujarse, porque la vida se torna un ejercicio de fraudes y perjuicios recíprocos. De la posverdad hemos pasado a la incredulidad. Son muchos los ciudadanos responsables, pero crecen en número los que sospechan, no ya de los políticos, sino de sabios y médicos. 

En Occidente impera la sospecha y la desconfianza. Se impone la idea de que estamos en manos de empresas sin escrúpulos, de intereses inconfesables, de élites globalistas dispuestas a propagar virus para vender vacunas. Es irrelevante que esta corriente de sospecha sea ahora aprovechada por la extrema derecha o por el populismo trumpista. 

Durante décadas, la izquierda y el ecologismo sembraron la desconfianza en todo tipo de poderes: se sospechaba de las instituciones de la “democracia formal”, de la jerarquía académica o de los poderes económicos. Poderes que, supuestamente, contaminaban por interés, destruían, ávidos, los bosques o negociaban espuriamente con vacunas y fármacos. Si bien una parte de las críticas estaba fundamentada, la sospecha se proyectaba, en general, contra las oscuras “fuerzas del capital” que movían los hilos del mundo.

La sociedad de consumo, el auge de la cultura de masas, la apoteosis del ocio, la sexualización obsesiva, el hedonismo y la explosión de las redes sociales siempre encendidas y distorsionadas, han acabado de perfilar el paisaje moral en el que chapoteamos sin certezas, sin jerarquías concretas, sin horizonte ni esperanza. En este momento de máxima incertidumbre sanitaria y económica, queda claro que un mundo descreído es terreno ideal para las nuevas fantasías. Toda sociedad se construye sobre la confianza y se destruye por la desconfianza, y la Sociedad de la información, ha acabado en la sociedad de la desinformación y la desconfianza. El caos es el siguiente paso.


2 comentarios:

  1. Asistimos, sin ningún género de dudas por mi parte, al final de una época. Lo que no sabemos es lo que vendrá después. Y la transición a lo que sea va a ser dura.
    Un saludo, Francesc.

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    1. Mas que una transiciòn, será una descomposición de toda una sociedad, vienen tiempos oscuros.

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