💬No sé si ustedes también lo han notado, pero corren malos tiempos para la tolerancia en España. Sobre el país se cernían los efectos sombríos de una crisis económica e identitaria que hacía que aflorara con demasiada frecuencia lo peor de nuestros demonios familiares, cuando llegó el maldito virus y lo corrompió todo aún más. Tal vez por eso rugen cada vez con mayor ímpetu populistas y reaccionarios en busca de su lugar al sol de la nueva política , frecuentemente enarbolando un extraño derecho a no sentirse ofendidos . Muy especialmente, a no sentirse ofendidos por lo que puedan decir determinados grupos que no coincidan con su visceral, emotiva y poco realista visión del mundo: las feministas, los colectivos LGTBI, los emigrantes y, para lo que hoy quiero comentarles, los blasfemos.

Como ya sabrán, inexorable como la llegada del amanecer y repetitiva como el ajo o las comparaciones de Catalunya con el Kurdistán tan apreciadas por el añorado señor Torra, apareció en los medios de comunicación antes de la emergencia y el aislamiento la nueva vicisitud judicial del actor Willy Toledo. En este caso por unos mensajes en los que manifestaba una entusiástica y escasamente comedida disposición a aliviar sus necesidades fisiológicas más primarias sobre toda la corte celestial. Y al exabrupto del señor Toledo sucedió la consabida querella de la Asociación de Abogados Cristianos, que persiste en demostrar su escasa fe en la acción directa de las potencias sobrenaturales: ¿no sería lo más normal ante la blasfemia o el escarnio que la propia divinidad castigara el agravio mediante el envío de un rayo justiciero? Por no hablar del talante poco caritativo de esos abogados católicos, pues, dado que el blasfemo se va a condenar indefectiblemente, lo más adecuado sería, antes que el recurso a la justicia penal, la organización de novenas y rosarios para la redención de su alma inmortal. Ya se sabe que hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por cien justos que se salvan.

¿No sería más normal que la propia divinidad castigara el agravio mediante el envío de un rayo justiciero?

La querella, que inexplicablemente dio lugar al juicio que se celebró en marzo en Madrid, echaba mano del delito del ar­tículo 525 del Código Penal que castiga, aunque tan solo con pena de multa (¡cuán bajo hemos caído desde los felices tiempos de la hoguera!), a los que para ofender a los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa hagan escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen a quienes los profesan o practican. Para redondear el despropósito, el delito también castiga la burla a los sentimientos de quienes no tienen religión o creencia alguna, un equidistante mecanismo de protección penal que plantea obstáculos interpretativos francamente entretenidos, a caballo entre lo curioso y lo ridículo: ¿cuáles son las creencias de los ateos?, ¿y sus dogmas y ritos?, ¿ridiculizar el materialismo dialéctico es un escarnio para los marxistas?

El señor Toledo es cliente destacado de este singular precepto en el que el sufrido juez se ve obligado a deducir qué es una religión digna de protección penal (dado que en el correspondiente registro ministerial existe incluso una confesión devota de Odín y Thor), qué es un sentimiento, cuál es el catálogo de dogmas (recurriendo, supongo, al catecismo del padre Astete) y el alcance del término vejar , para que al final no acabe siendo la propia confesión religiosa la que decida lo que es o no constitutivo de delito. Pero no se halla solo en su aflicción: el gran Javier Krahe, colectivos gais/lesbianas, blogueros anónimos y alguna peña de carnaval también han tenido ocasión de disfrutar de sus efectos. Casi siempre, vaya por delante, para ser absueltos, pues, hasta la fecha, de la veintena escasa de procedimientos seguidos ante los tribunales desde 1995 por ese delito, no se conoce más que una sola sentencia condenatoria (a multa de 480 euros) y porque se trataba de un caso de conformidad en el que el acusado aceptó la pena por recomendación de su abogado, que debía ser zoroástrico.

Curiosamente, ninguna de las querellas está presentada por los representantes oficiales de la Iglesia católica, sino por determinadas entidades que, cual legiones de arcángeles, se erigen en custodios de sus esencias. Suelen ser también viejos conocidos, por lo general Vox y la mencionada Asociación de Abogados Cristianos. En fin: el paradigma del liberalismo y la tolerancia, como ustedes saben muy bien. Aunque a censurar parece que se apunte todo el mundo, visto lo que se va sabiendo de los planes del Gobierno para limitar la mentira y la “desinformación”.

Tal como ya anunciaba la estadística, por una vez fiable, el señor Toledo, en los últimos días, se ha librado definitivamente de la condena. Pero ¿Quién nos libra a todos los demás de los pelmazos que husmean en las redes sociales en busca de algún grosero exabrupto, que movilizan a jueces y fiscales y que obtienen sus quince minutos de fama abusando tanto de la paciencia de sus conciudadanos como de la de sus propios ángeles de la guarda? - JAVIER MELERO - lavanguardia.com