EL ORIGEN DE LAS CABINAS




En 1889, William Gray recorrió toda su ciudad, Hartford, en Connecticut, Estados Unidos, y no consiguió que nadie le dejara usar su teléfono para llamar a un médico que atendiera a su mujer enferma. Decidió impulsar un teléfono público y después de varias pruebas, consiguió que el primero se instalara en un banco de la ciudad. Aquello fue un éxito, enseguida empezaron a instalarse teléfonos dentro de comercios y en 1905 se instaló el primero en la calle, en la ciudad de Cincinnati. Gray acabó montando una empresa telefónica y ganó mucho dinero con ello: en tres años instaló más de 80.000 aparatos de teléfono de uso público en Estados Unidos.
En España, las icónicas cabinas de aluminio y cristal empezaron a fabricarse en los años 60 en la empresa Aluminio Ibérico, de Alicante, y desde ahí se distribuyeron por el país. Al principio tenían una parte abatible en la repisa de la que se colgaban los tomos de las guías telefónicas. Esos habitáculos con puertas abatibles sirvieron de refugio a amantes que ansiaban privacidad y algo más tarde a drogodependientes que buscaban dónde ponerse una dosis. Belisa Gadea recuerda cuando en 1993, recién llegada a España desde Perú, vivía en el barrio madrileño de Carabanchel y un día se olvidó las llaves de casa. Era medianoche, no había móviles, entró a una cabina para avisar y detrás de ella se metió un chico con una jeringuilla que le robó el dinero del alquiler mientras sus compañeras de piso escucharon al otro lado del auricular todo el asalto como si fuera una película.
Era común pasearse por las cabinas metiendo la mano a ver si alguien se había olvidado el cambio. Y la imaginación desplegó todo tipo de artimañas para que la cabina no se tragara el dinero y poder llamar gratis: desde las monedas de 25 pesetas a las que se les hacía un agujero para sujetarlas con un hilo de pescar, a echar un poco de cerveza por la ranura de introducción de monedas. Algunas personas sabían que si al llamar, justo en el momento en que descolgaban del otro lado, se le daban tres toques fuertes al gancho del teléfono, se podía hablar sin pagar el equivalente a cinco pesetas, un duro de la época.
El timo más grande fue el truco del Magiclick, un encendedor eléctrico de cocina que aplicado en el cable del teléfono permitía mantener comunicaciones gratuitas con cualquier parte del mundo, y por el que Telefónica sufrió pérdidas millonarias. También fueron numerosos los robos en cabinas, con técnicas más rudimentarias, como poner tapones de plástico de botellas en la hucha para que el dinero cayera en él, a otras más sofisticadas, como el "método del taladro", que utilizaron grupos organizados que viajaban por todo el país para robar en cabinas Consistía en hacer un agujero con el taladro en el arca de la cabina después de comprobar que la hucha estuviera llena, abrirla utilizando llaves de coche adaptadas y después tapar los agujeros hechos con el taladro con masilla negra o gris, según fuera la cabina, para no dejar huella.
La imagen de José Luis López Vázquez atrapado en un cubículo de cristal y hierro rojo pertenece al imaginario cultural de una generación. La cabina, dirigida por Antonio Mercero, se emitió en Televisión Española en 1972. Mercero la escribió con José Luis Garci, y aunque los dos dijeron que era un acercamiento al cine de terror y de ciencia ficción, se interpretó entonces como una crítica al aislamiento y la violencia del régimen franquista. La película se emitió en todo el mundo y consiguió muchos premios, entre ellos un Emmy al mejor telefilme.
Aunque las cabinas españolas nunca fueron rojas, la película hizo que muchos espectadores tuvieran miedo a quedarse encerrados en las cabinas. Telefónica cambió el sistema de las puertas, que pasaron a ser abatibles, y pidió a José Luis López Vázquez que participara en anuncios de las acciones de la empresa. En uno de ellos se quedaba encerrado en la cabina, pero finalmente conseguía salir. En diciembre de 2021 se inauguró en Madrid una réplica, realizada por Telefónica, de la famosa cabina roja como homenaje a la película y a su director, muy cerca de donde se realizó el rodaje.

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2 Comentarios

  1. Qué tiempos cuando había cabinas telefónicas y esas fichas que en muchos bares te daban como vuelta tras pagar tu consumición.
    Saludos.

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  2. En Sabadell solo queda una pero ya sin el teléfono. Lleva aun publicidad. En Inglaterra en las cabinas han puesto libros para los niños.

    Saludos.

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