Habría que abandonar el precepto casi obsesivo de la medicina tradicional de alargar la vida de la gente lo máximo posible, sin contar de qué manera y en qué condiciones se consigue. Lo que importa no es el tiempo que se vive, sino el tiempo que se ha vivido y como se ha vivido. Alargar una vida a base de medicamentos, de dolor, de alargar un deterioro inexorable, es cruel, sirve sólo para engordar las estadísticas, y todo, para qué el Estado mida por años la vida de las personas, no por su calidad de vida, y también por qué a las grandes multinacionales farmacéuticas les convienen estos no muertos que ávidamente consumen sus productos y cuanto más tiempo duren - no les importa en qué condiciones -, mejor, pues más consumirán.
Este problema es sólo de Occidente, de una parte de occidente, en el resto del planeta, la naturaleza ya lo soluciona por su cuenta, y para las multinacionales farmaceuticas no es negocio.... de momento...