Se cumplen 15 años del hundimiento del Prestige, el de los hilillos que parecian de plastilina y se solidificarian, según un tal M.Rajoy. El epicentro del sufrimiento inmaterial del Prestige se puede situar en Camelle, un pequeño puerto de A Costa da Morte. En el 2002 tenía 1.054 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística. Hoy cuenta con 795, por lo que su población bajó un 25%.
Uno de los que faltan murió de pena. Fue Manfred Gnädinger, conocido como Man. Nacido en Radolfzell, Alemania, en 1936. llegó a Camelle en 1961, cuando se celebraban las fiestas del Espíritu Santo. Se quedó y, según cuentan, después del desengaño amoroso que tuvo con una maestra del pueblo, se convirtió en un anacoreta vegetariano. Ataviado con su taparrabos, tanto en verano como bajo el casi eterno temporal invernal, vivía en simbiosis con el mar, dedicado a su obra escultórica, que con sus bolas de piedra y sus vivos colores embellecía la entrada a la dársena.

Imagen de una de las esculturas de Manfred Gnädinger, conocido como Man (Óscar Corral)
“Con el Prestige, Man se dejó ir. Abandonó su tratamiento médico y sí se puede decir que murió de pena”, comentan tres mujeres ante la puerta de la panadería, muy cerca del Museo del Alemán, que recuerda al vecino más famoso de Camelle. Su casa, rodeada por sus esculturas, se halla a unos centenares de metros más allá, ahora mismo en obras de reconstrucción, pues los temporales de los últimos años lo dejaron todo en ruinas. “Ya no estaba él para cuidarlo cada día, para ir colocando lo que se rompía y añadiendo cosas nuevas”, explica justo allí el percebeiro y pescador Gabriel Paredes Castro.
Hace quince años en ese mismo lugar Gabriel se hizo famoso, como el niño de nueve años que no tuvo vergüenza en hablar claro ante los micrófonos y las cámaras. El plató principal desde el que se retransmitió la catástrofe fue Muxía, el pueblo en el que, en el amanecer del 14 de noviembre de 2002, los vecinos vieron desde sus ventanas la silueta del Prestige, mientras el Gobierno aseguraba que lo tenía controlado en alta mar, lo que evidenció la primera de las mentiras de la catástrofe. Fisterra y Carnota fueron otros escenarios principales en el relato televisivo, mientras Camelle tuvo su cuota secundaria, la de la pena de Man que lloraba la desgracia de su vida teñida del fuel que asfaltaba el océano. “Me gustaría pensar que soy hijo de Neptuno, que salió del mar, de una ola. Libre, sin cuerpo”, declaró Man en 1986 a la Radio Galega. - lavanguardia.com