Osea, en un electroshock hay harta poesía
Yo no computo aún por qué nadie le ha escrito un poema al electroshock
Al principio, claro, es una mierda, pero todo principio es una mierda
la primera vez que lo haces, por ejemplo, cuando eres hembrague
o la primera vez que te zambulles desde el trampolín en una piscina
Inclusive, piensa en el infierno: al principio debe ser insoportable
ese incendio eterno que jamás te consume para que tu dolor sea infinito
pero luego tiene que ser bacán moverte indestructible en todas
            esas llamas sorprendentes,
lenguas de fuego de textura incógnita igual que un baño de cristales rojos
Y, si lo piensas bien, en el fondo el infierno debe de ser de lo
            más placentero del mundo
Entonces, yo te digo que un electroshock es tan placentero como
            el mismo infierno
El primer momento es espantoso: sentir cómo te están separando
            tus huesos hasta hacerte perder tu forma humana
o cómo te destruye poco a poco por dentro una fuerza sin cara
Pero luego detienes tu consciencia, una vez que ya estás adentro de la cosa
Primero es como si una serie de telones que nunca habían sido levantados
se empezaran a alzar en tu cerebro, igual que en un teatro que
            al mismo tiempo fuera muchos otros teatros sucesivos
―si bien estos telones no son rojos, sino de un azul furiosamente rojo,
y su tacto no es el del terciopelo, sino helado y marítimo, como el de
            una malagua de ultratumba―
Entonces te comienza a parecer que los límites de tu caja craneana
            son los límites del Cielo y de la Tierra
y tus ojos se estiran sin romperse hasta llegar al borde superior de todo
            el universo conocido
―osea, hasta la punta de tu frente―
Ta que en ese momento tienes omnipotencia, omnipresencia,
            todas esas huevadas teológicas
Si dices fiat lux, te apuesto plata a que la luz se hace
Y eso hice yo, pues, Adán, entre otras muchas cosas ―tú, por ejemplo―



ELECTROSHOCK
de Montserrat Álvarez
en Zona dark, 1991
del blog descontexto.