MISA DE BATALLA


Lo que no puede faltar en Torroella es el concierto de música antigua dedicado a Ernest Lluch, que acostumbra a rescatar una pieza de un compositor catalán, desconocida del gran público. Este año se recupera la Missa de batalla de Joan Cererols, maestro de Montserrat en época barroca, la mayor parte de cuyas composiciones se perdieron en el incendio de la abadía durante la guerra del francés. La interpretación correrá a cargo de un coro británico de nombre inquietante: Tenebrae, que interpretará también un Officium defunctorum de Tomás Luis de Victoria, el gran renacentista español, que competía en severidad melódica con Giovanni Pierluigi da Palestrina, de quien seguramente fue discípulo en Roma. Este concierto habría complacido a Ernest. Además de ser un fiel asistente a los conciertos, Lluch, que visitaba los archivos de muchas ciudades europeas consultando documentos de historia económica, aprovechaba la ocasión para buscar partituras de autores catalanes. Más de una encontró de alto valor musicológico. La curiosidad de Lluch era infinita. Espero con impaciencia su biografía, escrita por Joan Esculies, premio Gaziel, que publicará RBA en noviembre.

En el 2001, meses después de su asesinato, tuve el honor de pronunciar el pregón inaugural de la pequeña plaza que Torroella le dedicó. A mi lado, me escuchaba, ceñudo, el conseller de Cultura de aquel momento (último mandato de Pujol). Ofendido por la defensa que yo hice de la libertad con que Lluch sobrevolaba el gregarismo nacional, aquel conseller no quiso ni tan siquiera saludarme. Hace ya años que, en Catalunya, algunos, no precisamente lejos de estructuras de poder, se arrogan en exclusiva no sólo el derecho a ofender sino también el derecho a ofenderse.

Antoni Puigverd
(fragmento)

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