El líder de la ultraderechista Liga, el ex ministro italiano del Interior Matteo Salvini, será juzgado en Italia por un supuesto delito de secuestro de personas en el caso Open Arms, por dejar bloqueados en el mar durante más de 20 días a unos 150 migrantes rescatados por esta organización en agosto de 2019. Así lo ha decidido un juez de Tribunal de Palermo, después de que la Fiscalía pidiera procesarle y la defensa Salvini alegara que la decisión fue tomada por todo el Gobierno y no sólo para el ex titular de Interior. El juicio se celebrará a partir del 15 de septiembre, según informaron los medios locales.

La odisea de estas personas concluyó la noche del 20 de agosto de 2019, cuando la Fiscalía permitió el desembarco en Lampedusa de los 83 inmigrantes que quedaban a bordo, ya que muchos habían sido evacuados antes e incluso se habían tirado al agua para llegar nadando a la costa. "Me juzgan por eso, por haber defendido a mi país? Voy con la cabeza bien alta, también en su nombre. Primero Italia. Siempre", ha escrito Salvini en un mensaje en las redes sociales. Populista hasta el ultimo momento, el juicio a Salvini es un ejemplo de cómo se debe combatir este populismo burdo y mezquino, y ya se verá el resultado final del juicio, pero el hecho en sí es ya importante. Claro que Salvini más que populista, es claramente un repugnante fascista.

El populismo es una de las acusaciones más habituales en los partidos extremos, sean de izquierda o derecha. Aunque es ampliamente utilizado, no hay un consenso sobre lo que realmente significa el término. Mientras algunos académicos, especialmente los economistas, la asocian con políticas macroeconómicas que generan inflación y déficit fiscal, otros lo utilizan para referirse a políticos que buscan generar un amplio apoyo de las masas para alcanzar el poder, diciendo a la gente excactamente aquello que espera escuchar. Habiendo sido utilizado como sinónimo de liderazgo político personalizado, como evidencia de partidos políticos débiles no institucionalizados, como prueba de la falta de consolidación democrática o como demostración de la precaria institucionalidad política que existe en la región, el término populismo goza de tanta popularidad en parte porque ha sido fácilmente adaptado para definir diferentes realidades, en ocasiones incluso algunas contrapuestas.

La única forma de combatirlo, es con Partidos políticos serios, porque los populistas han diagnosticado correctamente los problemas de la sociedad; saben que el electorado percibe más desigualdad, más inseguridad, injusticia social. Aciertan en el diagnóstico, pero yerran con las soluciones: xenofobia, antiinmigración, proteccionismo, nacionalismo, ninguna de las cuales ha de resolver los problemas de estos ciudadanos. Salvo que los grandes partidos espabilen y afronten estos problemas de una forma más radical y efectiva, los populistas seguirán avanzando. La mejor manera de pararlos, no es a través de un cordón sanitario sino rebatiendo sus argumentos falaces, sus falsedades una por una, con datos y dando ejemplo de honestidad y eficiencia en la gestión política. Sólo la debilidad y la mediocridad de la vieja política permite el auge de estos partidos ultraderechistas que han hecho del populismo su bandera, y no hace falta reírle las gracias como hace Joaquin Luna a la candidata Isabel Díaz Ayuso, porque el resultado de la política de esta gente no tiene ninguna gracia.