La Generalitat lleva sin presidente hace seis meses, está pendiente de un acuerdo que, como Godot en la obra de Samuel Beckett, se le espera pero nunca llega. Los diputados juraron sus cargos hace 40 días, y el Parlamento funciona al ralentí con el argumento de no ser acusado de marcar la pauta al futuro Gobierno. Por todo ello, la comparación con una tragicomedia del teatro del absurdo no resulta de ninguna manera exagerada. En Cataluña parece que la prisa que tenían cuando convocaron las elecciones se fue por el mismo sumidero que el sentido común. Un centenar de cargos de una treintena de organismos públicos tienen el mandato caducado desde hace más de dos años y no pasa nada. Las dificultades en llegar a acuerdos entre los partidos hacen que algunos altos dirigentesse eternicen en el cargo. Mientras, la vicepresidenta Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, alertaba en una entrevista desde las páginas de la vanguardia que la ausencia de un gobierno catalán dificulta el diálogo sobre los fondos europeos, pero ERC y JxCat parecen anteponer sus estrategias políticas de confrontación con la Administración central en la reconstrucción de país, a pesar de la descomunal crisis económica y social que ha producido la pandemia.

A través de la última novela de Màrius Carol 'El Camarote del capitán' hemos sabido algo que ya podíamos intuir, que quien quería si o si proclamar la República Catalana, eran Junqueras y Rovira, y quien la quería frenar y convocar elecciones era Puigdemont. Ahora ha llegado la hora de la venganza del de Waterloo y se han invertido los papeles, Junqueras quiere Gobernar la autonomía y Puigdemont quiere la independencia, bien, dice que la quiere. En realidad lo que quiere es tocar los bemoles, vengarse de ERC. Ya entiendo que toda esta gestualidad de Juntsxcat, se justifica en el desesperado intento de Puigdemont de no ser engullido y pasar a un según plano, pero este hecho que es inevitable y el fin de su carrera política, se producirá igualmente y el único que habrá conseguido será perjudicar gravemente a nuestro país que también es el suyo. 

Mientras, seguimos esperando a Godot, a pesar de saber que no vendrá nunca, y con una ciudadanía cada vez más enfadada y decepcionada. Una ciudadanía que ha entendido que el procés por el momento se ha terminado, y que el única prisa que tiene, es que esta tropa forme de una puñetera vez Gobierno, un Gobierno que gestione de manera decente y eficiente la gestoría, y cuando antes mejor.