El periodista Rafael Vilasanjuan aborda en su libro 'Las fronteras de Ulises' como dejar de ver el fenómeno migratorio con miedo por plantearlo como una oportunidad de riqueza. - Ferran Nadeu - elperiodico.com

Cuando Rafael Vilasanjuan, periodista, vio por primera vez la icónica imagen del cadáver del niño sirio ahogado Alan Kurdi en la orilla de una playa turca sintió una sensación de repulsa hacia sí mismo. Como yo, ciudadano europeo, permito eso, pensó. Fue el germen de su libro 'Las fronteras de Ulises', donde da las claves para entender de donde viene la indiferencia de Europa hacia el drama migratorio del año 2015 en sus costas mediterráneas y para cambiar el discurso imperante del miedo hacia el inmigrante por de oportunidad.

En el libro plantea que nunca nos referimos a Messi como inmigrante. ¿Por qué?

Porque, básicamente, tenemos el concepto del inmigrante como una persona pobre. Nos asusta su pobreza, no nos asusta el hecho de que venga de fuera. Cuando hablamos de inmigración la resumimos como las 60.000 personas que llegan en patera cuando la inmigración es un fenómeno mucho más grande. Es aquel proceso por el que una persona cambia de lugar para obtener unas mejores condiciones de vida. Nadie querría salir de su lugar si no fuera para mejorar. Ese es el gran reto que tenemos que alcanzar, cómo la utilizamos para que sea también una mejora para nuestra sociedad.

Argumenta que hay múltiples razones para defender la entrada de inmigrantes y una sola para rechazarla. ¿Cuáles son?

La principal razón para acoger a los inmigrantes es que nuestra sociedad, sin inmigración, no tiene futuro. Es una razón egoísta, pragmática, de subsistencia, de supervivencia. Nuestras sociedades del Estado de bienestar no podrán mantener durante mucho más tiempo las pensiones, la educación y la sanidad. Es el discurso contrario al que se establece a nivel político. No es verdad que la inmigración colapse los sistemas de salud como no es verdad que la inmigración solo viene a utilizar los servicios sociales. El verdadero efecto llamada es el del compañero que le dice "vente, aquí hay trabajo". Y hay una sola razón para rechazarla, el miedo. Ese miedo es el que hay que trabajar porque hay mucha gente que lo manipula y utiliza.

¿Miedo a qué?

A que no sepamos integrar a esta inmigración, que nos coja nuestros puestos de trabajo, que traiga inseguridad.

¿Por qué la clase política nos está vendiendo este discurso?

Porque tienen miedo. Fundamentalmente tienen miedo de no ser elegidos y es muy fácil agitar el fantasma del fenómeno de la inmigración como el que genera todos nuestros males. Existen, lógicamente, capas de la población que, azotadas por la crisis económicas, están pagando unas consecuencias durísimas y, en un momento dado, se sientan desprotegidas y piensen, o alguien les haga pensar, que el problema viene de fuera y no que su problema está dentro. El discurso ultranacionalista ha ido ganando terreno, hemos sido muy cobardes. Los dos únicos países que vieron no solo razones de solidaridad y ética sino razones pragmáticas para acoger a inmigrantes fueron Alemania y Suecia.

Pero Merkel no logró atraer a los socios comunitarios hacia esa política.

Nunca se entendió el discurso de acoger a los inmigrantes como un discurso de futuro social; es decir, lo que estamos incorporando es gente que necesitamos. Esta concepción implica sus riesgos. No podemos decir que abrir las fronteras es un fenómeno magnífico que nos va a traer riqueza si no invertimos en que abrir estas fronteras conlleva toda una serie de contraprestaciones. En el año 2020, los refugiados sirios en Alemania aportaron más dinero a las arcas que el que salió de las arcas para atenderles. Alemania se ha enriquecido por haber abierto las fronteras, nosotros no. El temor a la inmigración nos está haciendo pobres.

Dice en el libro que el rey de Ítaca nos escupiría a la cara si viera cómo esta abordando Europa el fenómeno migratorio. Destila enfado y decepción hacia las instituciones europeas.

Tengo un gran enfado con la UE porque tenemos una reforma pendiente. Esto no se soluciona con proclamas políticas y que la ultraderecha secuestre el discurso de la inmigración. Necesitamos un marco migratorio. Necesitamos en Europa entre 5 y 10 millones de inmigrantes anuales de aquí al 2050 para que nuestras sociedades sigan funcionando. Estoy dolido aunque Europa es una realidad que vive inmersa en distintos procesos. Las tensiones son fuertes y nos faltan líderes. Solo ha habido un líder, Angela Merkel, y veremos si hay otros que tomen el relevo.

Dices que Europa, experta en organizar y financiar grandes proyectos de ayuda humanitaria, ha fracasado estrepitosamente cuando el drama estaba en sus costas.

Es clarísimo en el caso de los refugiados. Europa ha financiado a un país vecino -Turquía- para que ellos se lleven toda la carga. En Libia, lo que se está financiando son a los que son parte del conflicto, clanes y mafias. Es muy grave. Europa está financiando un muy lucrativo negocio criminal con nuestros impuestos. El sistema de cuotas también fracasó estrepitosamente por la falta de solidaridad. Debemos pensar en sistemas que están funcionando relativamente bien. El canadiense, por ejemplo. Tiene un buen modelo de llegada y un mejor modelo de integración. Europa necesita un modelo que evitaría la desesperación y el tráfico humano. Hay que tener grandes políticas y claridad en la integración.

¿Cómo ha alterado el coronavirus el tablero de la crisis migratoria?

Ha hecho todavía más vulnerable a toda esta población, especialmente a los refugiados. El virus a servido para criminalizar todavía más a esta población porque puede convertirse en transporte del virus. Por temor a la Covid todavía se han extremado más las medidas para cerrar.

¿Por qué fueron las oenegés y no las instituciones públicas las salvan vidas en el Mediterráneo?

Esa es la gran incógnita. Un espacio como el europeo, que defiende los derechos humanos, el derecho a la vida, por qué deja morir a la gente en el mar. La pregunta es por qué no nos da pavor el hecho de que un niño de cinco años pueda morir ahogado cuando le podemos salvar. ¿Por qué? Si le pasara a un niño europeo estaríamos horrorizados. ¿Qué pasa? ¿Nos hemos convertido en xenófobos de repente? ¿Sus vidas no valen? ¿Es un precio justo pagar eso por el temor a lo que puede generar la inmigración?

¿Qué podemos hacer a nivel individual, si es que se puede hacer algo?

Muchas cosas. La primera es cuestionarnos si el discurso que tenemos sobre la inmigración está bien informado o no. Como ciudadano, tienes que plantearte lo que te llega y preguntarte por qué. Más allá de las razones éticas, no vamos a funcionar si no buscamos una salida a la inmigración. Y desde luego no vamos a funcionar si esa salida es cerrar las puertas. Y cuestionar; ¿por qué estamos así? Hay que romper el discurso actual y montarnos en uno nuevo.