Estos días llenamos lavadoras, vemos el Barça, perdemos horas al menú de Netflix, enviamos besos y Emoji de besos por teléfono, emparejamos calcetines, cruzamos pasos cebra, pero, en realidad, estamos pensando todo el rato en la pandemia en general y en las vacunas en particular. El otro día, sin ir más lejos, el quiosquero me preguntó que qué quería (se refería a un diario) y yo contesté, muy expeditivamente: «Pfizer, aunque me serviría la Moderna, me encantaría la rusa y me chuta la de AstraZeneca incluso de madrugada y montado en un burro con el culo en llamas. Siempre después de mis padres».

Esta anécdota que explica Miqui Otero en el periódico, resume el estado de ansiedad que sufre la gente por las vacunas, para saber cuando serán vacunados, con cual y cuándo. Servidor no está nada preocupado ni con cual ni cuando, ya Me avisarán me digo, y como suele pasar, a mí que no me venía de un día, ayer me avisaron dos veces, por el móvil y por el fijo, y el martes ya me pondrán la vacuna en el CAP (AMBULATORIO) que tengo al lado de casa. ¿Cuál? no lo pregunté, la que me toque, que es como debe ser.

El principal inconveniente de la vacuna de AstraZeneca es que es británica y cuesta sólo 2 euros, 30 millones de vacunados y 90 incidencias es más que tolerable. Ahora parece que la de Johnson&Johnson da también algún problema, claro, la efectividad al 100% no existe. Por cierto, leed cualquier prospecto de cualquier medicamento y seguro que no os lo tomaréis, y si nos referimos a las embarazadas he llegado a la conclusión de que no se pueden tomar nada, en todas partes aparecen contraindicaciones y efectos secundarios.

Cuando me vacunen el martes, ya iré informando de estos efectos secundarios si se producen. Por cierto, ¿como no se les ocurrió a los rusos de ponerle Bakunin a su vacuna ?.