La libertad no es un botellón. La frase la dijo José Luís Martinez-Almeida, el alcalde de Madrid, tras la alborotada madrugada en que miles de personas regaron las calles de las grandes ciudades con cerveza, calimocho y orines. Por una vez estaría de acuerdo con Almeida, no así con Ayuso que se ha dedicado a jugar con la palabra libertad hasta reducirla al paroxismo de la caña y las aceitunas y no encontrarse con los ex.

Ahora tenemos a políticos, sanitarios, policías cruzando los dedos para este fin de semana no se repita lo que pasó el anterior. 'Lo que pasó fue excepcional', aseguró el Dr. Argimón, convencido de que sólo fue una travesura y que no se vislumbra la tragedia ahora que la epidemia está bajo control. A estas alturas Argimón ya sabrá que anoche fue peor, al menos en Barcelona.

Quizás sería bueno recordar a quienes han hecho bandera de la Libertad, que nuestra libertad siempre es a costa de la de otro que es quien la paga, en este caso, padres, abuelos, y familiares cercanos de los que carecen de educación cívica y solidaridad y ensucian las calles y plazas de las ciudades los fines de semana, desafiando la autoridad y saltándose las normas sanitarias. Lo han convertido en la única opción ante un futuro, el suyo, que pinta muy mal, sólo que esto ni lo saben ni les preocupa. Ahora que hace diez años del 15-M, en vez de indignados, tenemos unos muchach@s traviesos amantes del botellón.