NO HAGAMOS NADA



“Yo quiero que la gente entienda que huimos de la muerte” Ahmad Alhamsho. 

No corremos hacia la muerte, nos decia Cioran; huimos de la catástrofe del nacimiento. Nos debatimos como sobrevivientes que tratan de olvidarla. El miedo a la muerte no es sino la proyección hacia el futuro de otro miedo que se remonta a nuestro primer momento. La imposibilidad de encontrar un solo pueblo, una sola tribu donde el nacimiento provoque duelo y lamentación, prueba hasta qué punto la Humanidad se encuentra en estado de regresión.

Estoy, por lo general, tan seguro de que todo está desprovisto de consistencia, de fundamento, de justificación, que aquel que osara contradecirme, aunque fuera el hombre que más estimo, me parecería un charlatán o un imbécil. Quizás es porqué me gustaría ser libre, inimaginablemente libre. Libre como un ser abortado. Porque sinó como dos dice Cioran, el paraíso no era un lugar soportable, de lo contrario el primer hombre se hubiera adaptado a él; este mundo tampoco lo es, ya que en él se añora el paraíso o se da otro por seguro. ¿Qué hacer? ¿Dónde ir? No hagamos nada, no vayamos a ningún sitio, así, sin más. 

Al fin y al cabo, la ociosidad es consustancial a la condición humana. El estar desocupado, el no tener nada en particular que hacer, nos resulta de lo más natural. Al menos ese es uno de los aspectos que más llama la atención de las condiciones de vida de las sociedades “naturales”, las que se caracterizan por asegurar comunitariamente su supervivencia material a través de la caza y la recolección: las comunidades que aún practican ese primitivo modo de supervivencia, siguen ocupando para asegurar su día a día, solo un tercio del tiempo que en las sociedades “modernas” empleamos para los mismos objetivos, dedicándose a holgar y divertirse el resto de la jornada. No hay nada que hacer, abracemos la indolencia, el dolce far niente, divirtámonos hasta morir..., de hastío, o de hambre. Hagaos nuestro el poema de Gil de Biedma:

DE VITA BEATA

En un viejo país ineficiente, 
algo así como España entre dos guerras 
civiles, en un pueblo junto al mar, 
poseer una casa y poca hacienda 
y memoria ninguna. No leer, 
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, 
y vivir como un noble arruinado 
entre las ruinas de mi inteligencia.



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